lunes, 30 de abril de 2018

DESPUÉS DE 132 PRIMEROS DE MAYO Y DOS SIGLOS DE MARXISMO, ¿QUÉ FUE DE LA REVOLUCIÓN PROLETARIA?


Fotografías de paradigmamedia.org y eldiario.es, ilustración de deviantart.com


Dada la fecha, antes que nada conviene al rigor histórico recordar que el 1º de mayo lo que se celebra cada año, el día internacional del trabajo, es en homenaje a los anarquistas que fueron ejecutados en Estados Unidos, en 1886, por participar en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas.
 

En torno al Acto 200 años de Carlos Marx”, de la Fiesta del Partido Comunista de Andalucía, que tuvo lugar el pasado fin de semana, leo en eldiario.es un largo artículo titulado Comunidad, organización y fines: argumentos de Alberto Garzón y Julio Anguita para defender la confluencia” Y en paradigmamedia.org leo algo parecido, pero con el énfasis puesto en este titular: “Si Unidos Podemos no consigue que los militantes trabajen en cada municipio y en cada provincia, no servirá absolutamente para nada”.


A lo largo de mi vida he conocido gente muy parecida a Julio Anguita, buena y honrada gente que ha entregado su existencia de forma generosa y leal a los principios en los que cree. La mayoría son gente adherida al pensamiento que genéricamente llamamos de izquierdas o progresismo, marxistas casi todas ellas, algunas anarquistas, sindicalistas o militantes comunistas. La desolación manifestada por Julio Anguita el pasado fin de semana en Córdoba, con motivo del 200 aniversario de Karl Marx, hoy es común a todas esas buenas gentes, y en eso no se les puede negar su comunismo. Pero su honradez y lealtad tiene otra característica, es la cerrazón intelectual que les lleva a no salirse nunca del mismo surco, erre que erre, mostrando la otra cara de sus virtudes personales, su negativa incapacidad para practicar el pensamiento libre, su renuncia a la autonomía personal, atada a esa cerril lealtad a unos principios que ellos han identificado como virtud y, lo que es peor, atada a una organización, partido o sindicato.




Si todo lo hacemos en clave electoral estaremos ante la catástrofe inminente que se está cerniendo sobre la izquierda”...decía Anguita y reivindicaba el estudio, el pensamiento y la reflexión como trabajo revolucionario imprescindible, “estudiar, pensar, reflexionar, es tan revolucionario como ir a la calle a dar voces”
Sí, don Julio, yo le adjudicaría toda la razón en ésto, a condición de que ese esfuerzo fuera plenamente libre y consciente, con libertad de conciencia y no condicionado por apriorismos ideológicos, no con lealtad cuasi religiosa y, sobre todo, no sin coherencia entre cómo se piensa y cómo se vive. Sin duda que el estudio, el pensamiento y la reflexión son buenas prácticas para el cultivo de la virtud personal, pero cuando hablamos de intervenir en la transformación de la sociedad, no basta con hacer un profundo y sesudo estudio de la historia si, además, no lo afrontamos críticamente, porque si no conectamos los hechos del pasado con sus consecuencias en el presente, lo más seguro es que todo ese esfuerzo intelectual nos lleve a formular diagnósticos erróneos e irreversibles, entonces sí, de insondable profundidad. Y entonces sí que la melancolía y la desolación es nuestro único destino, mi apreciado señor Anguita. 


Digo ésto porque en esa intervención Julio Anguita confesó su “desolación total por un país donde el robo se ha institucionalizado y la justicia no es independiente, los valores de solidaridad se han perdido y las organizaciones de la izquierda y de los trabajadores parecen rotas”



Pero don Julio: ¿aún necesitamos dos siglos más de estudio y pensamiento marxista?, ¿es que los fieles y honrados seguidores del pensamiento de Marx no han torturado suficientemente sus teorías, hasta adaptarlas a todo tipo de circunstancias y lugares, con una estrategia de supervivencia que tanto se parece a la de la iglesia católica?, ¿es que no tiene límite su masoquismo militante, todo por lealtad al partido, con su supervivencia por delante de todo y aún a costa de olvidar los principios de origen?...¿Es éste empecinamiento el mejor homenaje al maestro Karl Marx?



Decía Julio Anguita: “El momento es grave, este país se está hundiendo, vuelve el franquismo y una parte importante de la población está con el franquismo. La izquierda está de capa caída, no bastan declaraciones, documentos epistolares ni pastorales, ni que nos refugiemos en la verdad de Marx, ni que nos juntemos con todo aquel que protesta. No buscamos sólo unir contra el enemigo…El capitalismo llegará a un momento en que se hunda, ¿y al día siguiente qué?...si no hemos preparado la organización que lo sustituya me da miedo, porque la sociedad se transformará en una tribu de salvajes. Hay que hacer cooperativas, unión de ciudadanos, aunque no tengan hoz y martillo todo el que luche contra el capitalismo es mi amigo y camarada”.



El franquismo no ha vuelto porque nunca se fue, don Julio, como no se fue la adhesión sumisa de buena parte de la clase obrera a ese regimen, tras cuatro décadas de costumbre y adoctrinamiento estatalista, que no cesó con la jaleada transición a la Democracia, tan propulsada por el Partido Comunista de España, que nunca cuestionó las estructuras estatales del capitalismo, tan “democráticas y progresistas”, sino que muy al contrario, contribuyó decisivamente a reforzarlo. Primero desde la institucionalidad burguesa de la segunda república y luego durante toda la Transición, que lavó la cara al franquismo, jugando el PCE, junto con todo el izquierdismo por comparsa, el papel de contrapunto progresista, que avalaba y justificaba entonces, como sigue haciéndolo ahora, la presunta “democracia” del campante nacionalcapitalismo.



Porque, señor Anguita, Marx no pudo comprobarlo, pero usted sí: durante estos dos siglos de marxismo el capitalismo ha aprendido y evolucionado mucho, ha hecho su propia revolución global y destructiva, fundiéndose con las burocracias estatales en un único sistema de dominación, mucho más poderoso y totalitario cuanto más justificado y camuflado por su apariencia democrática, la que le otorgan, entre otros actores principales, el progresismo izquierdista, erre que erre emperrado en seguir viendo al Estado como la tabla de salvación de la clase proletaria, la que el Partido les ha prometido. Ya hemos tenido doscientos años de convulsa historia, ya conocemos el abismo al que nos han traído estos dos siglos de pugna marxismo/capitalismo, ya tenemos sobrada experiencia histórica de guerras frías y calientes guerras, ya conocemos los méritos de los Partidos “Comunistas” de todo tipo y lugar, del Norte y del Sur, de Oriente y Occidente; los conocemos bien y tenemos muy presente la impúdica exhibición de sus contradicciones, de cuando están en la lucha “anticapitalista” y de cuando están en el Poder...cuando el capitalismo, si es estatal, para ustedes pasa a ser una “fase necesaria de la revolución proletaria” y el ideal de emancipación pasa a ser una quimera del anarquismo romántico, una antigualla premoderna, cuando no una despreciable propaganda reaccionaria y de ideología pequeño burguesa...Sí, no me extraña que usted se lamente, señor Anguita, de lo poco que estudian y reflexionan sus camaradas del PCE.



Con todo mi respeto, le invito a avanzar en ese camino de estudio, pensamiento y reflexión a partir de este principio ético y moral básico: el fin no justifica los medios nunca y menos aún cuando está probado que éstos determinan el fin perseguido. Fíese muy poco de los camaradas que, como el joven Garzón, llaman “comunidades” a las mareas de indignados, al feminismo, al ecologismo, al deshaucismo y al pensionismo, integrados por las mismas masas proletarias, de circunstanciales indignados, que en cuanto vean atendido lo suyo, sus particulares reclamaciones particulares o identitarias, no dudarán en olvidarse del resto de la humanidad, para seguir sosteniendo, sumisamente, la resultona “democracia” estatal-capitalista...por vía electoral, por supuesto.



A eso han contribuido eficientemente ustedes, a identificar lo público con lo estatal y/o capitalista, a convertir la política en actividad intrínsecamente despreciable y corrupta mientras no atienda nuestros particulares intereses, que conduce a un estado de indiferencia social (apolítica), preparatorio para una perfecta sumisión (más o menos indignada) y, por tanto, terreno abonado para un contínuo revival del fascismo, ora duro, ora blando, pero siempre camuflado y siempre latente. Todo lo contrario a la idea comunista primigenia, de autonomía individual y colectiva, de comunidad y autogobierno.



Su interpretación del materialismo histórico ha sido connivente con el enemigo, quiero pensar que en su caso ingenuamente. Ha ayudado sobremanera a la anulación de la individualidad consciente y responsable, sin la que no se explica la degradación del individuo medio contemporáneo, producto del sistema de dominación hoy hegemónico, hasta llegar al estado actual de energúmeno en coma moral, insaciable pedigüeño del estado y consumista compulsivo. Ésto lo olvidan ustedes, los “marxistas”, en la teoría y en la praxis, al individuo, cuando mandan en la calle y cuando tienen el predominio en la cultura y en la mayoría de las universidades, en todo el mundo. Han oído hablar de ello, pero cierran su inteligencia a la evidencia, porque la idea de un individuo libre no encaja en su esquema de lucha de clases, porque entraría en flagrante contradicción  con su diagnóstico histórico y su estrategia “revolucionaria”. Ésta no es su única contradicción, pero sí es condición necesaria a su errónea -o amañada al menos- interpretación del marxismo. Que ni el propio Karl Marx se merece.



La falsificación de la democracia ha provocado la "apolítica" a la que antes me refería, indignada, populista, ciudadanista y transversal como gusta decir el partido universitario que se anuncia como Podemos. Sobrevivimos en un medio asfixiante, populismo y biopolítica global que lo invade todo, que coloniza el pensamiento y las conductas, que nos organiza por intereses e identidades particulares, que arrasa la diversidad natural y cultural, que nos ha traído en picado al borde de un abismo-trampa con muy escasas posibilidades de escapatoria...que no sólo arruina la dignidad de la vida humana, sino que, además, pone nuestra propia existencia en grave situación de riesgo, porque se apresta a celebrar todo un suicidio ritual (virtual-presencial, individual y colectivo), en una estúpida celebración populista, simultánea de precariedad y consumo, un happening tecnológico vestido de progresismo y democracia parlamentaria, dicen, fascismo de nuevo cuño digo.



No, señor Anguita, no se moleste en imaginar un Frente Democrático, que ya existe desde mucho antes que Marx escribiera el primer renglón. Es el ancestral frente del Pueblo contra el Estado. Usted me dirá que bueno, que sí, pero que hay mucho por hacer antes de llegar a eso. Y yo le digo que no, que siempre es ese momento. Sólo nos separa  un diferente concepto de Pueblo, nada menos, usted cree que ya existe como clase social, y yo creo que está por construir y que en eso precisamente consiste la revolución necesaria. Si es que existe una mínima posibilidad de victoria, tenga la certeza que será por disolución del artefacto estatal-capitalista y sólo si somos capaces de reconstruirnos como individuos libres en comunidades igualitarias y convivenciales. Nunca he oído a un miembro del PCE predicar en público sobre la naturaleza totalitaria del estado, ni sobre la naturaleza esclavista del trabajo asalariado, sólo oigo hablar de cooperativas y economías planificadas (por el Estado). Y a usted también, luego mal vamos.



Aún así le vuelvo la moneda: yo también le guardo un hueco, aunque levante el puño y lleve la hoz y el martillo, sí es frente al capitalismo, pero frente a todos los capitalismos...no me sigan haciendo trampa. Y perdone mi osadía, señor Anguita, si me permito animarles a proseguir en el camino del estudio, el pensamiento y la reflexión, al tiempo que una mínima recomendación: céntrense en el diagnóstico, que ahí también fallan mucho ustedes.


De hacer ese esfuerzo, yo les auguro una buena sorpresa: acabarán descubriendo que el comunismo es democracia y sólo democracia, toda una revolución integral. Porque en democracia-democracia (*) hablar de comunismo será redundante y hasta superfluo, tanto como si hablásemos del oxígeno cada vez que respiramos. 



(*) Usted ya me entiende, democracia-democracia: algo convivencial, cosa de iguales, la tierra, el conocimiento y la democracia plena como bienes comunes y universales, nada de política, nada de capitalismo y nada de estado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la cerrazón no está solo en éstos individuos, sino en muchos otros. Si un avión vuela a 1000 km/hora y la curvatura de la Tierra es de 79 kilómetros en una distancia de 1000 kilómetros, para que el avión se mantenga a 10.000 metros de altura sin salirse de la órbita terrestre, tendría qué estar cayendo morro abajo 22 metros por segundo, ésto es una pendiente continúa del 7%, algo que no nota nadie. Si fuera el viaje con el vilipendiado y retirado Concorde que volaba a 2400 km/hora la caída sería de 111 metros por segundo, con una pendiente continúa del 16%, algo que ningún pasajero ha experimentado jamás.