viernes, 26 de agosto de 2016

LA RECONSTRUCCIÓN (DECOLONIZACIÓN) DEL SUJETO







Más que el hecho de pensar, nos constituye el lugar y el tiempo en que pensamos. Aquí y ahora ya no podemos estar fácilmente de acuerdo con Descartes (“pienso, luego soy), porque nosotros disponemos de una experiencia y un conocimiento histórico que él no tuvo. Aquí y ahora, probablemente, él diría “soy donde pienso”; no olvidaría nuestra relación existencial con el espacio y el momento de la historia en que vivimos. De ahí la importancia esencial del territorio, de la comunidad que lo habita y su historia. Aquí han pasado muchas cosas desde hace mucho tiempo, cuya comprensión debería acercarnos a lo que somos. Olvidarlo podrá parecernos útil y, aún así, la verdad cambiante -la del lugar y la historia- seguirá estando por delante de lo que creemos útil y conveniente.

La generalización de la ignorancia por lo universal/concreto/cambiante, a favor de abstracciones universalistas cuyo totalitarismo se esconde tras una apariencia de complejidad, ha sido misión preferente de la modernidad, un objetivo periódicamente matizado en sus diferentes versiones: teológicas, liberales y marxistas. La colonización del pensamiento es su cara oculta, que alcanza más allá de lo contado por la historia oficial, narrada como “progreso” por los propios agentes de la colonización: la “Humanitas” que civiliza (salva) al “Anthropos” (salvaje). No creo que sea casualidad que el nacimiento de la ciencia antropológica coincidiera con el auge del proceso colonizador que sigue al descubrimiento de América, a partir del contacto del hombre blanco europeo con el “salvaje” diferente, al que descubre e identifica como un ser inferior desde su perspectiva “humana”.

Así, no me extraña que se pueda llegar a identificar humanismo con racismo, expresado como lo hace Walter Mignolo (1): “yo no quiero ser humano; porque el concepto humanidad construyó el racismo”. El racismo anida en todo proceso de colonización, al que revela como pretensión de dominación sobre la naturaleza, extendida a todas las criaturas consideradas “inferiores”. En todo caso es humillación, es desprecio profundo por el prójimo diferente, es la visión egocéntrica que surge de la modernidad eurocéntrica, básicamente colonizadora, patriarcal y racista.