sábado, 24 de octubre de 2015

¿PORQUÉ LOS PARTIDOS DE LA IZQUIERDA PERDERÁN LAS ELECCIONES CUALQUIERA QUE SEA EL RESULTADO?





Históricamente los partidos de la izquierda se han arrogado la representación del Pueblo, organizados en facciones, como partidos o sindicatos. Y así siempre tienen la derrota asegurada, incluso cuando ganan las elecciones, porque sus élites dirigentes siempre han acabado asumiendo los hábitos y principios corruptos de la derecha.

A propósito de ello, es muy interesante la reflexión histórica que hace Félix Rodrigo Mora en su artículo A los 40 años de la muerte de Franco, 1975-2015 ¿Por qué el franquismo ganó la guerra civil?”. Es verdad que la realidad presente es muy diferente a la de hace 40 años, pero en lo sustancial -el conflicto permanente entre dominantes y dominados-, las causas últimas permanecen inalteradas. Por eso me parece oportuna esa reflexión ahora, cuarenta años después, incluso no asumiendo plenamente los postulados de Félix, que a mi entender necesitan ser matizados en su crítica a la CNT de aquel tiempo, que él hace extensiva a todo tiempo y a toda forma de organización popular. 

Yo pienso que la organización expontánea del Pueblo no se produjo entonces y, menos aún podrá producirse en el tiempo presente, cuando el poder de dominación ha alcanzado su máxima perfección totalitaria en la hibridación estructural del capitalismo y los estados nacionales, desplegada a escala global por la facción dominante, logrando con ello una victoria ideológica y estratégica que será difícilmente reversible mientras cuente en su agenda electoral con la complicidad de una izquierda fracturada en múltiples facciones que operan con su misma lógica electoral y "representativa" falsamente democrática. No es por razones meramente estratégicas (la historia lo ha demostrado una y otra vez), sino porque esa izquierda facciosa ha interiorizado la lógica del poder y sus mismos principios, contagiándolos a toda la sociedad. De ahí su responsabilidad histórica, a la que se debe que “pueblo” e “izquierda” sean hoy conceptos difusos y no identificables, que no se corresponden entre sí.


Mi visión de la situación es que, de existir alguna posibilidad de reversión, ésta sólo puede ser revolucionaria en sentido estricto, aunque radicalmente nueva en su despliegue operativo, una organización verdaderamente horizontal, que por sí misma anticipe la sociedad democrática en su forma integral (ética, política, económica, social y ecológica), autogobernada en asambleas municipales soberanas, en competencia frontal con la actual organización estatal-capitalista de la sociedad; asambleas obligadamente minoritarias en principio, progresivamente dotadas de una economía comunal alternativa, a partir de cooperativas integrales, con capacidad creciente de ir extendiendo, generando, redes sociales de solidaridad y ayuda mutua, redes confederales de cooperación en todas las escalas territoriales, de lo local a lo global, con un horizonte estratégico bien nítido: agrietar hasta disolver las estructuras económicas y políticas en las que se fundamenta el poder ideológico y fáctico de la facción totalitaria hoy dominante. 

Para ello hay que revisar y restaurar nuestros conceptos de “Pueblo” -como sociedad democrática/comunal- y de “Izquierda” -como fase histórica en la que la sociedad se libera de la dominación y se autoconstruye como “Pueblo”: una sociedad de individuos libres y capaces de convivir como iguales. 

En su deriva histórica, las facciones políticas y sindicales que han degradado a la izquierda, que han encontrado su acomodo en la institucionalización de la derrota permanente, están bloqueando esa posibilidad. Por eso que no debamos seguir esperando a que algún día lo comprendan. Hay que hacerlo, aún esperando su incomprensión e, incluso, su enfrentamiento.




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