sábado, 8 de noviembre de 2014

SÍSIFO, EL REVIVAL



Como ya es sabido, un revival es un movimiento social o artístico que tiende a revalorizar modas o estilos del pasado. El concepto es perfectamente ampliable a la política, como queda de manifiesto en la revolución bolivariana, un revival del “socialismo por vía estatal”, algo tan imposible como el empeño de Sísifo, como un oximorón de blanco carbón o como un parto por vía anal. Pero que, aún así, tiene la osadía-astucia de llamarse a sí mismo “socialismo" del siglo XXI.


Con anterioridad a esta revolución bolivariana, hoy en fase de desarrollo, dos socialismos de Estado han fracasado en menos de un siglo, el comunismo soviético y la socialdemocracia. El común denominador de ambos sistemas es su componente "Estado". En ambos casos, Sísifo ha sido aplastado por la piedra y todo ha vuelto a su estado “natural”, al Estado, al sistema que se replica -ya por varios siglos- bien por la fuerza militar o bien por la fuerza de la esclavitud económica -por fuerza bruta al cabo- imponiendo su propia ley de la gravedad y su consecuencia inevitable: un Sísifo repetidamente aplastado, más debilitado ante cada nueva repetición de su estéril y fracasada estrategia.

El pensamiento socialista ha retrocedido en su camino hacia la emancipación humana, mientras que, en la misma medida, el Estado ha logrado evolucionar hacia un complejo y eficiente entramado social, político y económico, que en su actual forma neoliberal y biopolítica, ha asumido las enseñanzas de los periodos comunista y socialdemócrata, hasta convertir a las oligarquías dominantes y propietarias ya no sólo en dueñas del sistema económico y político, sino de la vida humana al completo, logrando extender su sistema estatal-capitalista a escala global y más allá, inoculado en el pensamiento y determinando la conducta de los seres humanos.

Predomina todavía un anquilosado pensamiento socialista que, a pesar de todas las evidencias de nuestra experiencia histórica, se empeña en seguir identificando Estado y Capitalismo como realidades independientes. Ese es su error persistentemente reeditado, su fatal error, que nos encamina a un nuevo fracaso del socialismo y a un nuevo éxito del Estado, progresivamente reforzado éste a cada intento fallido de un socialismo tan recalcitrante como Sísifo en su propia frustración. 
Ahora, en España y en otras partes, se trata de un socialismo camuflado de ciudadanismo que, como Sísifo, vuelve a estar hipnotizado por el atractivo del Estado como atajo, que vuelve a creer que ahora sí existe una verdadera oportunidad, que esta vez sí Podemos asaltar el cielo.

Juan Carlos Monedero, número dos del partido Podemos, dice que “el socialismo en un solo país es imposible” (1), con lo que está curándose en salud y anticipando la posibilidad de la derrota. Pablo Iglesias, número uno del partido Podemos, ni mienta al socialismo por no espantar a varios millones de ciudadanos, potenciales votantes del PP-PSOE, si bien no se corta en sus alabanzas al futuro Estado (¿capitalista, socialista?), un nuevo(?)Estado reformado y mejorado, que compara con el cielo y que aspira a gobernar con el partido Podemos. Todo parece indicar que este partido tiene una estrategia, convenientemente oculta a la vista de sus votantes mayoritarios, de esa multitud de consumistas indignados a la que habría que conducir hábilmente hacia su propia emancipación. Esa estrategia debería llevarnos desde el capitalismo de Estado al socialismo de Estado. Un viaje a través del Estado para llegar al mismo sitio, al Estado, dominación y capitalismo.

No obstante, coincido con algunas ideas del pensamiento teórico de Juan Carlos Monedero; y una de ellas, puede que la más principal, es que capitalismo y socialismo son sistemas incompatibles, que tanto un sistema como otro son pensamientos universalistas, cuya realización completa sólo es viable a escala global y con la derrota de su antagonista. Sólo hay que ver la actual correlación de fuerzas, cómo se corresponde la hegemónica situación mundial del capitalismo con la debilidad actual del socialismo.

El socialismo, en sus dos (2) grandes tendencias -comunista y anarquista-, siempre coincidieron en la teoría final de una sociedad sin Estado, pero siempre divergieron en la estrategia, en el camino a seguir hacia la emancipación: el Estado como útil herramienta o el Estado como sustancial impedimento. En realidad, socialismo y capitalismo, tienen su fundamento en dos ideas tan sencillas como incompatibles en la práctica, que no pueden ocultar los miles de eruditos libros que se han escrito al respecto: “ama al prójimo como a ti mismo” y “capador el que más pueda”. Pero el sencillo pensamiento capitalista ha desarrollado en la práctica un entramado institucional hipercomplejo, imposible de comprender para quien intenta no ser capado a cada instante de su vida y, menos aún, para quien ya ha asumido como natural su condición de capado.

El socialismo hasta ahora ensayado, ha abandonado su sencillez original y se ha extraviado en el territorio de la complejidad práctica del capitalismo al que dice oponerse; ha entrado al trapo, ha caído en la trampa institucional del Estado como fuente de poder, una trampa en la que el individuo ve reducida su dignidad humana a su condición de ser económico, productor-consumidor. Esa es la nula diferencia práctica y sólo teórica, entre dos vías -la marxista y la capitalista- que conducen al mismo sitio. Valga China como vivo ejemplo de lo dicho...¡Anda que no se han escrito libros sobre teoría y praxis del socialismo!, más que biblias y coranes juntos...y aquí seguimos la mayoría de la humanidad, habitando una continuada derrota de lo humano y convertidos los autores de esos libros en ilustres economistas liberales y marxistas, en ilustres enemigos del Capitalismo, en ilustres funcionarios del Estado.

No estoy seguro de que sea posible otro socialismo, pero sí de que es necesario.

Imaginemos que Sísifo es capaz de asaltar el cielo del Estado, que la plusvalía vaya al Ministerio de Hacienda en vez de al bolsillo de unos cuantos accionistas privados, ¿desaparece con ello la explotación y la dominación?, ¿Hacienda dejará por ello de pagar la nómina de sus renovados funcionarios y la de los renovados dirigentes del nuevo Estado “socialista”? ¿Qué diferencia sustancial existe entre aquella plusvalía capitalista y esta plusvalía estatalista, entre aquella y esta dominación, entre los antíguos patronos capitalistas y los nuevos patronos del Estado?
La solución práctica (“ni Estado ni patrón”) parece tan simple como la propia y simple idea del socialismo, pero sólo en su teórica apariencia, porque en la experiencia real supone una dificultad de enorme complejidad y de dimensión épica, ya que el sujeto que podría afrontar dicha solución es hoy inexistente. Echemos una mirada a nuestro alrededor, busquemos a ese sujeto del socialismo, a ese que ama al prójimo como a sí mismo, ese que quisiera vivir en regimen de fraternidad universal y libre, por tanto, de estados y patrones...ese que puede que exista, pero que no vemos por ninguna parte. Sencillamente, pienso que el socialismo no es posible sin ese sujeto humano que estamos buscando, el que debemos construir a partir de lo que nos queda de nosotros mismos.

De ahí que la tarea de la revolución universal y necesaria en el siglo XXI sea tan personal como social. De ahí que la gran innovación estratégica de esa doble revolución consista en la necesidad de su anticipación: individuos y comunidades autoconstruyéndose integralmente, al margen y frente a todo sistema estatal anulador de individuos y comunidades. Será un camino incierto y muy largo, por supuesto, pero es el menos incierto y menos largo, porque cualquier otro atajo ya sabemos que resulta sencillamente imposible. Esta es la gran innovación estratégica, la necesaria frente a la cansina y patética estrategia/castigo de Sísifo.


(1) Lo dice en el libro “Empresas de producción social. Instrumento para el socialismo del siglo XXI”, del que es coautor junto a Haiman El Troudi (http://www.rebelion.org/docs/43743.pdf)

(2) Me tomo la licencia de descontar a la socialdemocracia, que en su teoría como en su práctica sólo puede ser catalogable como corriente enmarcada en el pensamiento liberal-estatista.

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