sábado, 12 de abril de 2014

CONVERSACIÓN CON UN AMIGO DE IZQUIERDAS (parte 2)

“No se trata de saber si persiguiendo la justicia lograremos preservar la libertad. Se trata de saber que sin libertad no realizaremos nada. Y perderemos a la vez la justicia futura y la antigua belleza” (Albert Camus, del “Discurso de Suecia”)




Insiste mi amigo en su primera pregunta, vale, pero ¿cuándo empieza y cómo se organiza la revolución integral? porque, hasta ahora y que yo sepa, no hacéis otra cosa que hablar y escribir…

Tienes parte de razón, todavía no existe una organización, sólo tenemos una comunidad virtual, que es bastante difusa y un comunal sin acabar de definir, que es el propio concepto de revolución integral. Pero yo pienso que ésta no es una innovación  ideológica de ultima hora, creo que tiene raíces muy antiguas, casi tanto como el tiempo que llevamos poblando la Tierra, desde que los individuos y las comunidades humanas tuvieron conciencia de vivir sometidos y tomaron el propósito y la voluntad de emanciparse y convivir en igualdad. Por lo que pienso que la revolución de la que hablamos no es cosa nuestra y que ya está iniciada, que no necesita ser inaugurada, ni de nadie que la lidere. 

Lo que es innovador es que ahora estamos actualizando el diagnóstico que corresponde al tiempo actual y que hemos aprendido de todas las experiencias históricas anteriores y sus fracasos, pero yo creo que sí podemos afirmar que tenemos un programa, al menos en su formulación básica, pero es verdad que carecemos de estrategia, porque ésta presupone una organización que la acometa y aún no tenemos esa organización...y en ello estamos, hay gente haciendo aportaciones teóricas y prácticas muy valiosas; y no olvides que desde diferentes líneas de pensamiento humanista y libertario, pensadores y activistas, actuales y ya desaparecidos, de aquí y de otras partes del mundo, ya vienen trabajando en esta dirección (*); tampoco que la mayoría de quienes  participamos en esta comunidad virtual, también lo hacemos activamente en los movimientos sociales;  que algunas experiencias alternativas, como la de la  Cooperativa Integral Catalana,  están identificadas con el proyecto de revolución integral…y que en el seno de los movimientos sociales hoy activos  en todo el mundo existe una corriente de pensamiento que yo creo favorable a la democracia integral que propugnamos…

Puede que tengas razón, pero yo, que sé algo de vuestro movimiento, si alguien me preguntara en qué consiste, cuál es su programa, no sabría qué decir, en qué se concreta…

A mi me parece que se puede formular, en forma clara y entendible a la primera,  con muy pocos puntos y a modo de sencillo  manifiesto. Algo así como ésto:

QUEREMOS Y DEBEMOS: 1. Ser personas plenamente autónomas y responsables de nuestros actos, subordinando nuestras necesidades materiales a las  espirituales derivadas de la libre convivencia en igualdad. 2Vivir en comunidades democráticas y soberanas, autónoma y solidariamente asociadas al resto de comunidades humanas. 3Cuidar la Naturaleza de la que somos su parte consciente y, por tanto, responsable de preservar el equilibrio ecológico que hace posible la continuidad de la vida. 4. Enfrentar todos los obstáculos que se oponen a los anteriores objetivos y que hoy  constituyen un sistema integral y global de dominación bajo la forma estatal-capitalista”. 5. Construir en el presente espacios de autonomía personal y comunitaria, que sirvan tanto para la confrontación radical con el sistema dominante, como para la anticipación de  la democracia integral  que habrá de sustituirlo, para aproximarnos al  estado de emancipación personal y social que nos proponemos alcanzar”.

Entonces, tú crees que para comenzar a actuar ¿habría que esperar a que todo el mundo hiciera su revolución interior, esperar a que todos dejemos de ser los “seres-nada” –como dice Felix Rodrigo Mora- en que nos ha convertido el actual sistema, para empezar a organizar la revolución integral?, ¿esperar a que se derrumbe el sistema estatal-capitalista para empezar a construir la democracia directa de la que habláis?

No, al menos a mí no me agobia la prisa; sé que, de ser posible, la revolución ocupará a varias generaciones; pero también creo que tampoco podemos esperar, porque pensamos que hoy existe una ventana de oportunidad que puede durar unos años -no más de una o dos décadas-, un periodo de tiempo en el que el sistema al que nos enfrentamos está descolocado, obligado a hacer su propia revolución, para fortalecerse aún más, para adelantarse a la corriente de contestación social que hoy recorre el mundo, con el objetivo de integrar las demandas de esa contestación, como ya lo ha hecho anteriormente con la izquierda marxista y socialdemócrata, con el anarquismo individualista, el sindicalismo,  el ecologismo y el feminismo.

Por otra parte, no concibo la revolución como una secuencia “interior”, personal, a la que sigue otra secuencia “social”, realizada por ciudadanos virtuosos y preparados para vivir en democracia; yo creo que la virtud, tanto personal como social, se adquiere con la experiencia, con acción y reflexión constante, simultáneamente, en un proceso de autoconstrucción al tiempo personal y colectivo, en la confrontación con el sistema y en la construcción del sistema democrático alternativo. Esa educación, autoeducación revolucionaria, es la “paideia” de la que tanto han hablado Castoriadis y Takis Fotopoulos.

A mí me parece que cuando habláis de democracia directa estáis pensando en los concejos de pequeñas poblaciones rurales, como si aquella forma de democracia directa, propia del mundo rural, fuera posible en el mundo hiperurbanizado de hoy, o como si hubiera que despoblar y ruralizar las metrópolis actuales para implantar los concejos…

Está bien repensar los antecedentes históricos de la democracia directa, como la democracia ateniense, los concejos medievales, las comunas de la revolución francesa, las prácticas comunales durante la guerra civil española e, incluso, los concejos abiertos que perviven, residual y extremadamente limitados, en algunas aldeas de nuestras comarcas rurales; está bien conocer esa historia para extraer de ella aprendizajes útiles a nuestro tiempo. 

Pero el mundo en el que hoy vivimos, el que queremos transformar,  es un mundo hiperurbanizado en el que el sistema de dominación hegemónico ha impuesto un modelo de poblamiento, el de la metrópolis, que no sólo ha desintegrado los territorios rurales y sus comunidades, sino que también ha logrado el mismo efecto desintegrador con la ciudad industrial que fue modelo en la modernidad liberal. La metrópolis es el modelo  adaptado  a los objetivos de dominación de la revolución neoliberal  y que involucra al conjunto de la humanidad en el tiempo presente de la globalización. Para ese mundo real y mayoritario, el de las grandes concentraciones urbanas, es para el que hay que pensar hoy la democracia directa, lo que supone una complejidad inédita, a la que tan sólo nos hemos asomado con ensayos asamblearios como los del 15M.

Sin duda que debe ser objetivo revolucionario la transformación radical de las actuales metrópolis, la creación de un nuevo modo de habitar el territorio en el que la vida en comunidad sea posible, en el que sea posible reintegrarnos en la naturaleza. Pero ésto es lo que tenemos y de donde partimos, la metrópolis  es el escenario real en el que ha de prender la revolución, no existe otro. Lo que todavía seguimos llamando "mundo rural" no es sino un apéndice de la metrópolis, un submundo plenamente subsidiario y dependiente de sus dinámicas de control social, de concentración de poder y crecimiento económico...tan destructoras de las personas y las comunidades como del propio territorio, sea éste urbano o rural.

A mí me parece imposible que una gran ciudad se pueda autogobernar en asambleas, no veo la forma…¡si en mi comunidad de vecinos o en la oficina en la que yo trabajo es prácticamente imposible que nos pongamos de acuerdo para cualquier cosa... si todas las reuniones y asambleas acaban a voces, como el cristo de la aurora!...¿no te acuerdas de las desastrosas asambleas del 15M?

Es lógico que sea así, porque no hemos sido educados para participar, sólo para escuchar y ser espectadores, no para hablar y actuar, carecemos de toda experiencia realmente participativa y democrática, estamos acostumbrados a que otros  planifiquen y organicen nuestras vidas y a que a nosotros, como mucho, sólo nos corresponda  protestar cuando nos sentimos perjudicados personalmente por sus decisiones.

Me parece muy importante no confundir la asamblea comunal, como organización revolucionaria, con una asamblea ciudadana. En la asamblea ciudadana  puede participar cualquiera, incluso los que son contrarios a cualquier forma de democracia, sus objetivos son siempre reivindicativos, se mueven siempre en la lógica de la lucha partidaria y electoralista, en el contexto parlamentarista del propio sistema. Sin embargo, la asamblea comunal ha de ser una asamblea revolucionaria, antisistema, en la que participen los vecinos y vecinas que coinciden en los objetivos revolucionarios, al margen de las facciones políticas y sindicales, al margen y en contra de la lógica partidista y parlamentaria; una asamblea comunal, como yo la concibo,  no puede ser una oposición municipal en la ciudad o en la comarca en la que actúa, sino una oposición integral y radical, a todo el sistema y en todos los frentes, incluido el municipal. 

Así pues, las asambleas comunales serán necesariamente minoritarias en sus principios, no importa, lo que importa es la calidad de la práctica democrática y del aprendizaje revolucionario consecuente que, eso sí, ha de ser ejemplar y capaz de contagiar al resto de la ciudadanía. No acierto a vislumbrar otra estrategia de organización revolucionaria más coherente que aquella que ensaya y anticipa en sí misma la nueva sociedad por la que lucha; no soy capaz de concebir ninguna forma de organización genuinamente antisistema si  no es embrión  de la futura sociedad democrática.  No entiendo la revolución sin educación, sin paideia, sin el aprendizaje integral y continuado que proporciona la experiencia del hacer - más que del decir-, y sin el conocimiento que surge de la convivencia comunitaria, de la experiencia de autogobierno y de la confrontación radical con el sistema dominante. 

Pero una asamblea, en la fase de lucha política revolucionaria no tiene nada que ver con una asamblea para el autogobierno de una comunidad…, supongamos que la revolución triunfa, ¿cómo sería el funcionamiento asambleario para el  autogobierno de una gran ciudad, por poner el caso que a mí me parece más difícil?

Primero hay que comprender que cuando hablamos de democracia integral estamos hablando de emancipación, del paso a la edad adulta en la que todos los miembros de la comunidad son igualmente responsables. Por tanto, la democracia no es sólo un procedimiento para el autogobierno, sino un fin en sí mismo, el de la emancipación. A los adultos les llega la edad de emancipación cuando adquieren conciencia de plena responsabilidad sobre sus propias vidas y sobre el gobierno de la comunidad, cuando dejan de confiar esa responsabilidad a un Dios, a un Rey, a un Estado o a una Empresa. Los vástagos habrán de experimentar una doble emancipación, familiar y política, y cuando la alcanzan pasan a ser  miembros “iguales” de la comunidad, igual y plenamente responsables, ya no sujetos de derechos (que corresponden al tiempo de su tutela), sino de deberes, que corresponden al tiempo de su emancipación, al de la democracia integral.

Cierto es que la democracia en su forma plena ha de ser necesariamente directa y que ésta debe sujetarse a procedimientos consensuados por la comunidad. Yo le doy mucha importancia a los procedimientos y a su calidad, creo que cuando pensamos en una asamblea soberana tendemos a pensar en un acto único, que se produce en un solo lugar, en el que están presentes todos sus miembros (cosa imposible cuando hablamos de varios millones de personas, como en el caso de una gran ciudad) y pensamos que, además, éstos han de acordar un orden del día, reflexionar y debatir sobre todas las cuestiones incluidas y, además, tomar las decisiones en el mismo acto, tiempo y lugar…eso es caótico e ineficiente al máximo…

…Perdona, ¿estás diciendo que en el caso de las grandes ciudades, las asambleas deberían de ser virtuales, ya que son imposibles en su forma presencial?

No, todo lo contrario, creo que la presencialidad es condición necesaria en el procedimiento democrático, pero eso no es imposible de lograr en una gran ciudad, es cuestión de método, me explico: sabemos que una reunión asamblearia pierde su cualidad participativa y convivencial cuando está integrada por más de cien o ciento cincuenta personas,  pero en una gran ciudad pueden constituirse miles de asambleas locales (de comunidades vecinales, de manzanas, barrios o pequeñas poblaciones), éstas pueden tener su propio orden del día, pero también pueden tratar sobre un orden del día que sea común a todas las asambleas locales de la comunidad entera, del municipio…Eso ya sucedió en el siglo XVIII, en la Comuna de París, que entonces tenía más de medio millón de habitantes.

Por otra parte, yo creo que habría que separar en el tiempo los procedimientos de propuesta, deliberación, información, reflexión y decisión; yo llamaría concejo a las reuniones previas y preparatorias, esencialmente deliberativas y propositivas, y para las sesiones decisorias reservaría la asamblea comunal, integrada por todas las personas de la comunidad, aunque sean varios millones, que previamente han podido participar en los debates de los concejos locales del municipio, sean dos o  varios miles de concejos; en éstos se presentan propuestas y se debaten, para luego tener un tiempo dedicado a la información y la reflexión, con medios de comunicación que puedan llegar a toda la comunidad local; la toma de decisiones, mediante la que se ejerce la soberanía real y el autogobierno,  sería el final del procedimiento, un acto múltiple en el que todas las asambleas locales se reúnen simultáneamente en dos o en mil sitios distintos, constituyendo en su conjunto la asamblea comunal y soberana, …y sólo en caso de impedimento físico debería utilizarse el modo virtual de votación, cosa realmente sencilla con la tecnología informática actual. 

Pero todo ese procedimiento es muy complejo, muy difícil de poner en práctica…

Por supuesto que es complejo y difícil, que necesita años de práctica y perfeccionamiento, pero la complejidad no debe asustarnos, ese es el ardid del poder dominante, cuyas élites nos han educado para creer que la democracia directa es imposible, que la política y la economía son asuntos muy complejos y difíciles que sólo pueden ser acometidos por unos pocos y expertos, es decir, por ellos mismos. Las élites desprecian la inteligencia personal y colectiva, porque su inteligencia es otra, individualista y corporativa, sólo enfocada a mantener y fortalecer su posición dominante.

Continúa...



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