domingo, 3 de julio de 2011

LA CONSPIRACIÓN DE LOS IGUALES


Revolución Francesa


Más de dos siglos de conspiraciones.

Nos sentimos revolucionarios porque "creemos percibir el ruido que hace la hierba al crecer”. Ésta pasión que nos invade a quienes estamos en el 15M, fue descrita así de poéticamente por Carlos Marx y podría ser el síntoma de que una ¿nueva? revolución ha empezado…pero yo creo que ésta de ahora no es sino una reedición de la misma e inacabada revolución que se inició a finales del siglo XVIII y casi simultáneamente, con la declaración de independencia de las colonias británicas  de Norteamérica en 1783, con la constitución de los EEUU de América  en 1787  y  con la rebelión republicana contra  la Francia absolutista de 1789.
La constitución de los EEUU  estaba inspirada en los principios de igualdad y libertad que defendían los ilustrados franceses y se configuró como la primera carta magna que recogía los principios del liberalismo político, estableciendo un régimen republicano y democrático. La independencia y democracia estadounidense causó un notable impacto en la opinión y la política de Europa que, como bien sabemos, aún perdura.


Sobre la revolución”, publicado en 1963, es el libro en el que Hannah Arendt (Hanóver, Alemania, 14 de octubre de 1906- Nueva Cork, Estados Unidos, 4 de diciembre de 1975) hizo una interesante comparación entre las revoluciones francesa y estadounidense. De acuerdo con su tesis, la revolución francesa fracasó por el “Terror de Robespierre”, que intentó superar la miseria social y crear una sociedad igualitaria sobre una base moral; la revolución americana, por el contrario, pudo perseguir objetivos casi exclusivamente políticos, porque la cuestión social no era tan candente. De esta forma fue posible fundar una república  libre, en la que el ciudadano tenía los mismos derechos que sus conciudadanos en todos los asuntos públicos políticos, manteniendo la pluralidad. Afirma Arendt que “la creencia filosófica en el progreso no debe convertirse en un criterio en el ámbito político, tal como sucedió en la revolución francesa. Precisamente la implementación de ideas filosóficas fue lo que condujo al gobierno del terror. En la revolución americana se materializaron los principios de la antigüedad y los de Montesquieu: el principio de la separación de poderes y el de la limitación del poder a través del federalismo de repúblicas pequeñas con un poder central”.

La Revolución Francesa fue el cambio político más importante que se produjo en Europa, a fines del siglo XVIII. No fue sólo importante  para Francia, sino que sirvió de ejemplo para otros países , en donde se desataron conflictos sociales similares, en contra de un  régimen anacrónico y opresor, como era la monarquía. Esta revolución significó el triunfo de un pueblo pobre, oprimido y cansado de las injusticias, de los privilegios de la nobleza feudal y del estado absolutista. Cuando llegó el momento de decidir por la forma de gobierno, la alta burguesía apoyó a los girondinos, oriundos de la provincia de La Gironde, que querían llegar a un acuerdo con la monarquía e instaurar una monarquía constitucional, es decir, tenía una actitud moderadora respecto a los cambios políticos. Por otro lado, estaban los jacobinos, que tenían ideas más revolucionarias y de cambios radicales, con tendencia a la instauración de una república democrática, con derechos a la participación política y con la aplicación de medidas más equitativas para la distribución de la riqueza y la lucha contra el hambre popular. El nombre de jacobinos proviene de que se reunían en asambleas, en un convento ubicado sobre la calle San Jacobo. Los diputados de la asamblea decidieron eliminar los privilegios de la nobleza, se les obligó a pagar impuestos y se eliminó el diezmo a la Iglesia. Pocos días después la asamblea dicta la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano,  proclama que se transformó en la síntesis de las ideas revolucionarias, basadas en tres banderas: igualdad, fraternidad y libertad…que se concretaban en la libertad para comerciar, la defensa de la propiedad privada y la igualdad de los ciudadanos ante la ley.

Los Enragés (literalmente, "los Furiosos") fueron un grupo radical  activo durante la Revolución Francesa, situados  a la izquierda de los jacobinos. Iniciado por Jacques Roux, Leclerc Théophile, Jean Varlet y otros, que creían que la libertad para todos significaba algo más que meros derechos constitucionales. Fueron apoyados por los Sans Culottes (literalmente, “Sin pantalones”). 
Roux dijo una vez que “la libertad no es más que una cáscara vacía cuando una clase se permite condenar a otra a la inanición y no a a las medidas adoptadas contra ellos". Sus ideas fueron recogidas y desarrolladas por Babeuf y sus asociados.

La conspiración de los iguales. En enero de 1796, la represión llevada a cabo por Napoleón Bonaparte, que ocupaba la jefatura del Ejército del Interior, contra François Noel Babeuf y su entorno, da lugar como reacción la creación de la «Conjuration des Égaux», dirigida por Babeuf, Darthé, Filippo Buonarroti y otros, creándose el llamado «Directoire secret de Salut Public» y lanzando una campaña propagandística destinada a agitar a las clases populares con el fin de lograr la igualdad real que, aunque ya promulgada por la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano en 1789, no era puesta en práctica por la represión que ejercía Napoleón.Babeuf decía: "No queremos la igualdad escrita en una tabla de madera, la queremos en nuestras casas, bajo nuestros techos." Según este grupo, la igualdad real sólo llegaría gracias a una revolución social que, sucesora de la Revolución Francesa, se constituiría como otra revolución mayor, que sería la última y definitiva, así; por el optimismo imperante en la época se anunció que pronto llegaría esta nueva revolución: la Revolución Proletaria. La campaña debía terminar con un levantamiento, derrocar al Directorio y poner en vigor la Constitución de 1793, que nunca había sido aplicada. Pero el Directorio está informado al detalle de la conspiración  y el 10 de mayo de 1796, los conjurados son detenidos por la policía. Babeuf y sus cómplices fueron detenidos en mayo de 1796, llevados ante un alto tribunal reunido en Vendóme y condenados el 26 de mayo de 1797: Babeuf y Derthé a la pena de muerte, y los demás a la deportación.

El pensamiento político de François-Noël Babeuf (1760-1797). Político, teórico y revolucionario, también conocido como Gracus dio a conocer su pensamiento en 1789 con la propuesta de reforma fiscal igualitaria contenida en su proyecto de "Catastro Perpetuo”. En palabras del propio autor su intención era: "Demostración de los métodos convenientes, para garantizar los principios de la base y la distribución justos y permanentes y de la percepción fácil de una única contribución tanto sobre las posesiones territoriales como sobre las rentas personales". Entusiasta partidario de la Revolución, arremetió desde su periódico Le Tribun du Peuple (1794-96) donde firmaba con el seudónimo de Gracchus Babeuf, tanto contra los jacobinos como contra el régimen que surgió de la reacción termidoriana (1794-95). Postulaba la organización de la sociedad sobre la base del trabajo en común y una revolución social que debía completar la revolución realizada desde 1789, defendiendo, incluso, el empleo de la violencia y la necesidad de un periodo de dictadura. Firme defensor de la abolición de la propiedad privada y del derecho de herencia así como de la colectivización de la tierra ha sido considerado como uno de los primeros teóricos del socialismo y, a través de esa ideología, tanto un predecesor del comunismo como un pre-anarquista.

El manifiesto de los plebeyos. En este documento, publicado en El Tribuno del Pueblo y dirigido a Fouché, Babeuf  anuncia su programa revolucionario, que así comienza: “Proclamaremos, bajo la protección de nuestras cien mil lanzas y de nuestras bocas de fuego, el verdadero código de la naturaleza que jamás se hubiera tenido que infringir. Explicaremos claramente cuál es la felicidad común, finalidad de la sociedad.Explicaremos que la suerte de todo hombre no debía empeorar al pasar del estado natural al estado social. Definiremos la propiedad. Probaremos que la tierra no es de nadie, pero que es de todos. Probaremos que todo aquel que acapara más allá de lo que puede nutrirle, comete un robo social. Probaremos que el pretendido derecho de alienabilidad es un atentado infame y criminal contra el pueblo. Probaremos que la herencia por familia, es otro horror no menos grande; que aísla a todos los miembros de la asociación, y hace de cada hogar una pequeña república, que no puede dejar de conspirar contra la grande y consagrar la desigualdad. Probaremos que todo lo que tiene un miembro del cuerpo social por debajo de la suficiencia de sus necesidades de toda especie y de todos los días, es el resultado de una expoliación de su propiedad natural individual, realizada por los acaparadores de los bienes comunes”.

Rossvelt, un  siglo después: “Destruir este gobierno invisible (se refería al de los “trust” industriales y financieros), para disolver la alianza impía de los negocios y la política corrupta, es la primera y diaria tarea del Gobierno”. Esto lo afirmaba Theodore Roosevelt, conservador, del Partido Republicano, con palabras que nos recuerdan a algunas de las propuestas acordadas en  las asambleas del 15 M.  Y lo decía al poco de acceder a la presidencia de los EEUU en 1901, tras suceder al presidente McKinley, muerto a consecuencia de un atentado; el vicepresidente Theodore Roosevelt se convertía así en el vigésimo sexto presidente de los Estados Unidos de América cuando sólo tenía 41 años; fue un personaje de ideas contradictorias y su llegada al poder desesperó a su propio partido, debido a sus avanzadas  ideas sociales en algunos terrenos y, al  mismo tiempo, demasiado conservadoras en otros. Su presidencia marca el inicio del estatus de EEUU como gran potencia mundial.

Enragés, mayo del 68. Otro grupo de “enragés” surgió en Francia en 1968, entre los estudiantes de la Universiodad de Nanterre. Estaban muy influenciados por el movimiento situacionista y pasaría a ser uno de los principales grupos en el Mayo francés de 1968. Sobre ellos, dice René Viénet:…”El rechazo que en varios países abarcaba ya a considerables estratos de la juventud, todavía no significaba en Francia más que una mínima franja de grupos avanzados. No se podía observar ninguna tendencia a la "crisis" económica, ni siquiera política. La agitación iniciada en enero de 1968 en Nanterre por cuatro o cinco revolucionarios que iban a construir el grupo de los Enragés, debía ocasionar dentro de cinco meses la casi liquidación del Estado. Esto hace reflexionar. La profunda crisis que entonces estaba latente en Francia existe igualmente en todas las demás sociedades burguesas modernas. Lo que faltaba, era una perspectiva revolucionaria real y su organización práctica. Jamás una agitación emprendida por un número tan pequeño de individuos ha ocasionado en tan poco tiempo tales consecuencias”.

El imperio de la vergüenza. En 2005, tres años antes del advenimiento formal  de la crisis económica en la que estamos inmersos, Jean Ziegler publicaba “El imperio de la vergüenza”. Ziegler es un analista político cualificado: profesor de Sociología en las universidades de Ginebra y en La Sorbona de París, diputado federal del parlamento suizo y, actualmente, Relator Especial de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación. En este libro, Ziegler nos remite de nuevo a los “enragés”: “Muchas teorías e  ideologías de pacotilla oscurecen la conciencia de los hombres y mujeres de buena voluntad en Occidente. De esta forma, muchos de ellos consideran que el  actual orden caníbal del mundo es inmutable. Esta creencia impide que transformen en acciones de solidaridad y de rebeldía la vergüenza sumergida en el fondo de ellos mismos. Lo primero es destruir esas teorías. La misión histórica de los revolucionarios, tal y como lo describen  los Enragés en 1793, consiste en combatir a favor de la justicia social planetaria. Deben despertar las cóleras contenidas, estimular la capacidad de resistencia democrática colectiva. El mundo debe volver a estar erguido, con la cabeza alta y los pies en la tierra. Hay que triturar la mano invisible del mercado. La economía no es un fenómeno natural. Sólo es un instrumento que conviene colocar al servicio de un objetivo único: la búsqueda del bienestar común”.

Y aquí estamos, indignados y furiosos,  en la encrucijada histórica del 15M, girondinos-jacobinos/reformistas-burgueses por un lado y enragés-sans culottes/revolucionarios por otro, como desde hace más de dos siglos: más o menos respetuosos del Estado y la Propiedad, juntos de momento, frente al imperio sutil de la vergüenza.

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