martes, 28 de marzo de 2017

LA DESCOMPOSICIÓN GLOBAL COMO OPORTUNIDAD REVOLUCIONARIA

Robert Kurz y las revistas en las que publicó buena parte de sus trabajos


La descomposición social, junto con la sistemática anulación de la individualidad, es nuestra experiencia histórica más reciente y más global. En todas las latitudes, el trabajo ha dejado de ser el centro de la actividad humana, personal y colectiva; ahora lo es el consumo. En mayor o menor grado, en el trabajo se fundamentaba la autonomía de individuos y comunidades, más o menos relativa, en cada momento histórico y en cada sociedad concreta. Ahora, simplemente, ha dejado de existir esa posibilidad de autonomía, por mínima que fuera. La vida de la inmensa mayoría de la humanidad es totalmente dependiente,  determinada por un poder totalitario, impersonal y global, el del Mercado, resguardado por leyes de cuya aplicación y observancia, en cada parte del globo, se ocupan los Estados como poderes delegados.

jueves, 9 de marzo de 2017

DISPAREN SOBRE EL MACHISMO, ¿RESGUARDEN AL CAPITALISMO?





Hoy es 9 de marzo, ya no es el Día Internacional de la Mujer, hoy seguramente que sean otros temas los que atraen la atención de las masas televidentes. Hoy es un buen día, como cualquier otro, para reflexionar sobre ello al margen de la compulsiva corriente mediática que determina lo que es y no es correctamente político.

Ya publiqué mi reflexión al respecto en un artículo que titulé Todos los días son 8 de marzo, pero es obligado seguir haciéndolo todos los días, dada la trascendencia que ello tiene en nuestras vidas (cualquiera que sea nuestro sexo), como en la agenda del poder dominante, que ha encontrado en la “cuestión de la mujer” un filón más con el que perfeccionar su exitosa estrategia de Estado dedicada a profundizar en la división y enfrentamiento entre las clases populares.


Recurro hoy al pensamiento de dos mujeres cuyo feminismo está bien acreditado a lo largo de su obra y trayectoria vital, en España y Argentina respectivamente: Lidia Falcón y Zenda Liendivit. Recomiendo la lectura del último artículo de Lidia Falcón en el diario Público de ayer, en el que alerta y muestra su preocupación sobre las perversiones que hoy acechan al movimiento feminista, así como de uno de los artículos de la serie “Disparen contra el machismo”, publicado en la revista Contratiempo, en los que Zenda viene reflexionando acerca de la más preocupante de las perversiones a mi entender: la que es maquinada desde el poder y sus instituciones.

jueves, 16 de febrero de 2017

PODEMOS: AVANZAR HACIA ATRÁS




No podría precisar en qué momento histórico se produjo, pero sucedió: la izquierda dejó de pensar que el sistema al que se enfrentaba era incompatible con su visión de la existencia humana como vida digna y emancipada, libre y autónoma; abandonó su raíz ética primigenia y empezó a pensar resignadamente que sólo compartiendo los exitosos principios de la modernidad liberal-socialdemócrata, le cabía alguna posibilidad de alcanzar el poder, aún manteniendo cierta retórica de la lucha de clases, que constituye su diferencial electoral. Así, la querencia por el poder (estado) y el dinero (capital) se convirtieron en programa totalitario, global y común de las izquierdas, las derechas y de todas sus facciones y derivadas, moderadas y extremistas. Así, la retórica antifascista de las izquierdas se quedó hueca de todo contenido, al sumarse a la misma fe estatalista del fascismo y a la misma creencia “progresista” de la burguesa modernidad, compartiendo la misma promesa de más dinero y más orden, estado, el mismo orden jerárquico impuesto a la sociedad, sin lograr su disimulo con meras diferencias estéticas y puramente anecdóticas, ni repeinados, ni con rastas o rapados. 

sábado, 11 de febrero de 2017

SOBRE PAISANÍA Y COMUNIDAD



Si en pleno vuelo preguntáramos a un astronauta qué ve ahí abajo, más concretamente en la punta sur de Europa, nos dirá que una península, la Ibérica; ¿qué cuántos países divisa?...nos dirá que dos, España y Portugal. Esto será lo normal, es lo que la inmensa mayoría piensa. Eso sí, con algunas variantes, porque muchos entre catalanes y vascos -astronautas o no- dirían que ven hasta cuatro países. Pues NO es así, esa apreciación es un gran error, porque tanto el astronauta como la mayoría de la gente, e incluso como muchos catalanes y vascos, lo que ven son Estados, no países. Un país es otra cosa, es el paisaje real, en el que no existen más líneas que las que corresponden a los cauces de los ríos, las carreteras, los cordales de las montañas, los bordes de los campos de cultivo y los de la tierra urbanizada...visto desde el suelo o visto desde el cosmos.

sábado, 28 de enero de 2017

SOBRE LA MATRIZ ESTATAL-COLONIAL DEL ORDEN VIGENTE

Estela que representa el Código de Hammurabi (museo del Louvre) y pintura de Ruysdael “Comerciantes y recaudadores de impuestos”, de 1.542

Supone un grave error afrontar la encrucijada histórica en la que estamos inmersos desde una perspectiva única y simple, observándola sólo en su dimensión ideológica y económica o sólo en la política y militar. El dilema es mucho más amplio y complejo, porque nos refiere -también y sobre todo- a la enrevesada matriz colonial del poder, esencialmente extractivo y depredador, desempeñado por la alianza histórica de corporaciones, estatales (político/militares) y capitalistas (mercantil/financieras), al servicio de un común proyecto de dominio universal: sobre la naturaleza toda, sobre los individuos y sus comunidades convivenciales, sobre sus territorios y patrimonios locales (naturales y culturales)... en definitiva, sobre el Ser, la Tierra y el Conocimiento.

Deberíamos prestar más atención a la corriente de “pensamiento decolonial” que viene desarrollándose desde hace décadas en América Latina. Es una opción que surge desde la diversidad del mundo y desde las historias locales, una opción que en opinión de sus mentores intelectuales, se enfrenta a la “manera única de leer la realidad”, que ellos etiquetan (apresuradamente a mi entender) como “pensamiento único occidental”, aunque promovido desde una confluente diversidad (cristiana, liberal y marxista).

sábado, 21 de enero de 2017

PACTO DEL PROCOMÚN UNIVERSAL: LA TIERRA Y EL CONOCIMIENTO

Ilustración de Pawell Kuczynski
En el combate ideológico y estratégico se decide cómo y quién construye la realidad

Que los discursos políticos son intercambiables es la realidad del combate ideológico que hoy libramos y conviene no olvidarlo. Quien en ese combate tenga la iniciativa, acabará orientando la agenda del mismo. Esta es una básica cuestión estratégica.

Desde el inicio del parlamentarismo burgués, su facción progresista viene participando en esta institución estatal con total aceptación de sus fines y de sus normas, contribuyendo decisivamente a la consolidación del juego parlamentario y a la fortaleza de la clase burguesa, inventora, propietaria y titular del parlamentarismo y del conjunto de instituciones que integran el aparato estatal.
Así, esa facción siempre hizo seguidismo de la agenda burguesa, por más que una y otra vez  intente autojustificarse ante su clientela “obrera”, recurriendo a un ilusionismo electoral que  sólo sirve a su propia supervivencia, al calor del parlamentarismo, unas veces en la oposición y otras en el gobierno. Pero no puede esperarse otra cosa, porque desde su origen esa es su expresa y primordial finalidad,  la de participar en el reparto de un poder que tienen asegurado, en mayor o menor cuota, siempre que participen y depositen su fe en el entramado institucional de la dominación.
Su estrategia general, dirigida a esos fines, no es, no puede ser diferente, sólo pueden serlo sus tácticas, basadas en su común necesidad  de mantener la sostenibilidad de la lucha de clases  que -valga la redundancia- sostiene  al Estado.
Así, la lucha de clases, como tensión social permanente, camufla la ontológica naturaleza totalitaria del parlamentarismo burgués mediante su escenificación democrática, puramente formal y aparente, de tal modo que el parlamentarismo “democrático” no es, no puede ser, otra cosa que un oximorón, un imposible. De esa común estrategia depende la propia supervivencia de las élites dirigentes que manejan los partidos, los sindicatos y las corporaciones que forman parte de la burguesía dominante, repartida su representación en facciones conservadoras y progresistas, en derecha e izquierda, según el lado del hemiciclo en que se sientan (o en el que esperan sentarse).