miércoles, 24 de junio de 2015

AGRIETAR PARA DISOLVER, VENCER POR VIRTUD INDIVIDUAL Y COLECTIVA





 

Fragmento de la entrevista realizada el año pasado por el diario.es a JhonHolloway


-Lo primero, John, sería preguntarte de dónde viene, dónde se sostiene, la idea hegemónica de revolución en el siglo XX, es decir, la del cambio social mediante la toma del poder.
-John Holloway. Creo que el elemento central es el trabajo, el trabajo entendido como trabajo asalariado, es decir, trabajo enajenado o abstracto. El trabajo asalariado ha sido y es la base del movimiento sindical, de los partidos socialdemócratas que eran su ala política y también de los movimientos comunistas. Ese concepto conformaba la teoría revolucionaria del movimiento obrero: la lucha del trabajo asalariado contra el capital. Pero su lucha era limitada, porque el trabajo asalariado es el complemento del capital y no su negación”.


Reconforta comprobar cómo vamos convergiendo mucha gente, desde muy distintas posiciones, en las ideas fundamentales que habrán de llevarnos a una nueva estrategia de confrontación y superación del sistema de dominación. Jhon Holloway, neomarxista, es uno de ellos, lo percibí al leer hace unos años su libro “Cambiar el mundo sin tomar el poder” y más tarde en su continuación “Agrietar el capitalismo: el hacer contra el trabajo”. Hoy refresco esa percepción leyendo una entrevista que recomiendo.
Es, además, muy oportuna su tesis del "agrietamiento" cuando, a mi entender, resulta crucial que afloren las contradiciones de los nuevos movimientos políticos emergentes. Considero que es acertado ejercer sobre ellos una permanente presión,  incomodar al máximo su deriva hacia la vieja y fallida política socialdemócrata, tan funcional y complementaria  de la neoliberal.

Porque, si tuviéramos que elegir, deberíamos preferir la estrategia de las candidaturas de unidad popular a la partidista de Podemos, pero mejor aún sería que desde esos movimientos emergentes pudieran iniciarse experiencias de autogestión económica y política: cooperativas para desengancharse del trabajo asalariado, comunas municipales autónomas y alternativas a la organización estatal…algo de ello vemos en Chiapas o en el Kurdistán... también en Cataluña, lo vemos insinuado, sólo insinuado, en la Cooperativa Integral Catalana y en la nueva alcaldía de Barcelona.
Para ello, deberíamos mantener una relación crítica con todos esos movimientos, alejarnos del sectarismo y la irrelevancia a las que acaba llegándose desde  posiciones de extremada pureza, con el objetivo de resaltar sus contradicciones y de que éstas afloren hasta llegar a provocar nuevas dinámicas, entre las que se abra paso el proyecto de revolución integral. Hay que contribuir a sobrepasar la ilusión socialdemócrata por la vía electoral, manteniendo en tensión crítica a sus renovadas bases, enfrentándolas a su propia imagen original en el espejo del 15M. Hay que propiciar una fase nueva -esta vez plenamente compartida y comprometida- auténticamente constructiva de contrapoder popular.
Se trata de ir anticipando la democracia integral en los márgenes, en medio, en paralelo y frente a las instituciones estatales y a la economía capitalista. Se trata de agrietar conjuntamente lo que es una sóla cosa, capitalismo y estado. Hemos de llegar a convencer de lo mismo que dice Jhon Holloway, que el trabajo asalariado dejó de ser el motor de los cambios sociales; convencer de que el denominado "estado de bienestar" no es sino un narcótico socialdemócrata, una ideología servicial al sistema neoliberal de sumisión; convencer de que la dependencia vital del trabajo asalariado es causa principal de su éxito y nuestra derrota, que bloquea todo camino hacia la emancipación. Tenemos que descubrir lo evidente de sus contradicciones, que lleguen a entender  por sí mismos que en el actual sistema productivo, en cada contrato laboral, se agazapa una relación de dominio en la que a diario se consuma la destrucción sistemática del sujeto humano; y que ésta es su principal “logro”, el más destructivo logro del sistema, el que convierte al individuo consciente  en sujeto revolucionario del tiempo presente.
Las estrategias sindicales y partidistas contribuyen hoy a reforzar la ideología y estructuras que pretendemos superar. La estrategia de tomar el poder ha fracasado, demasiadas veces hemos podido constatar que el obrerismo es la cara "b" del capitalismo, como el parlamentarismo lo es del aparato estatal y falsamente democrático. La estrategia hoy necesaria ha de ser, por tanto, bien diferente, no nos podemos permitir renovar nuestros tropiezos con la misma piedra de siempre. 
Cada vez más gente coincidimos en el mismo diagnóstico, pensamos que lo primero que ahora toca es la rebelíon individual que surge de nuestra personal reflexión y  experiencia histórica, una rebelión que se concreta en tarea de reconstrucción personal, a partir de la que podamos construir, ahora sí, un verdadero poder popular autónomo; no una efímera rebelión de ciudadanos temporalmente desencantados del estado de bienestar, sino una rebelión sustancial, de individuos libres y conscientes de la realidad. Ahora de lo que se trata no es de tomar el poder, sino de disolverlo por agrietamiento, disolver el poder de los estados nacionales y sus economías globales y capitalistas. Ahora no se trata de "tomar el poder", sino de construir un nuevo poder, desde la individualidad y  la comunalidad, simultáneamente. 

 
Tiene razón Miguel Amorós cuando dice que es en el territorio y en la vecindad donde se fragua el sujeto revolucionario en esta fase desarrollista y terminal del capitalismo. Tienen razón Pedro García Olivo y Felix Rodrigo Mora cuando afirman que todo activismo es superfluo respecto del proceso de emancipación si no se fundamenta en la reconstrucción individual del sujeto, en su autoeducación y desenganche del sistema. Tiene razón Prado Esteban cuando nos previene sobre la manipulación del feminismo como estrategia de confrontación y fragmentación, perfectamente útil al aparato estatal-capitalista. Tiene razón Carlos Taibo cuando propone el decrecimiento económico como doble necesidad, ética y ecológica. Todos ellos, junto a mucha otra gente, de aquí y de otras muchas partes del mundo, están haciendo una valiosísima aportación desde el trabajo teórico y activista, están contribuyendo al surgimiento del nuevo paradigma revolucionario, el que corresponde a este tiempo, que vamos fraguando poco a poco, en la reflexión, en el debate y, sobre todo, en la experiencia. Falta que quienes compartimos un mismo diagnóstico general, desde nuestras diferentes perspectivas y experiencias vitales seamos capaces de confluir en las estrategias, de romper con la acostumbrada tendencia al gueto marginal y purista que, al cabo, no es mejor que la de los sindicatos y partidos del sistema. Falta que nos dispongamos a contrastar y compartir nuestras estrategias en modo no excluyente, sino confluyente y cooperativo.
¿Es que no podríamos confluir en una estrategia conjunta de declaración unilateral de los bienes comunes universales -que son la tierra y el conocimiento humano-, sin perjuicio para nuestra respectiva libertad y autonomía de pensamiento?; ¿es que no podríamos confluir, individual y autónomamente, en asambleas de comunas territoriales -municipales o comarcales- al margen de todo liderazgo personal o ideológico, como estrategia común tanto para la lucha de confrontación como para la autoconstrucción de contrapoder popular?; ¿acaso no quieren ser eso las candidaturas de unidad popular y nunca podrán serlo por razón de las contradicciones derivadas de su inercia electoral, que las atrae hacia el aparato estatal como le sucede a las moscas con la miel?; ¿es que no podríamos, con idéntica libertad y autonomía individual, confluir en la creación de cooperativas autogestionarias, aprender practicando economía comunal, para superar definitivamente nuestra adición a la economía capitalista?; ¿es que cooperativas y asambleas comunales no son  anticipo  de democracia real, acaso no podrían ser la concreción organizativa y estratégica de la revolución integral necesaria?
Yo creo que de eso se trata ahora: de agrietar el sistema hasta lograr su disolución, de vencerlo por virtud  individual y colectiva.



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