lunes, 29 de septiembre de 2014

MALAGUSTO

Páramos de León


En los años setenta y ochenta yo visitaba con frecuencia el páramo leonés, donde ayudaba en las inacabables tareas de una casa hecha a fines de semana por Leandro, mi suegro, en su tierra, en la que él quería acabar sus días tras muchos años de ausencias forzadas por la necesidad de subsistir.
Para él, como para tanta otra gente que he conocido, ir los fines de semana al páramo era una vuelta a casa.
Poco a poco empezó a fascinarme el lugar, aquellas parameras inmensas y deshabitadas que parecen convocar a la desolación , donde me empezaron a pasar cosas inauditas; como que los cantos no se desgastaban con el paso del tiempo y la lluvia, sino que crecían y se multiplicaban; como que un lobo surgía de la niebla y pasaba tranquilo a nuestro lado mientras labrábamos la viña en una helada mañana; como aquel “tomar las diez” en compañía, una jarra de clarete con unas raspas de queso y un puñado de nueces.

viernes, 12 de septiembre de 2014

ORBE ES URBE


Fotografía de Spencer Tunick


Puede que tenga razón Silberius de Ura cuando dice que tenemos un cerebro formado en el paleolítico que no se ha adaptado bien a la vida neolítica que le ha seguido después. Al fin y al cabo, Ur, la primera ciudad conocida, aquella en la que naciera Abraham, se fundó hace poco más de seis mil años, al sur de lo que hoy es Irak, en la antigua Mesopotamia. Puede, entonces, que seamos seres sedentarios, neolíticamente urbanos, que cargan malamente con su alma paleolítica y nómada, grupal, recolectora y cazadora; puede, entonces, que nuestras incertidumbres y contradicciones procedan en última instancia de esa inadecuación a la vida sedentaria de las urbes. La agricultura retuvo al nómada que éramos junto al curso de los ríos y creó la ciudad. Y el pastoreo se hizo de proximidad, transhumante a medias, antes de estabularse en cuadras y corrales.



Ur y las siguientes ciudades debieron nacer con el tamaño entonces necesario, pequeñas y autosuficientes, como nuestras aldeas medievales, las que dieron origen a la mayoría de nuestros pueblos actuales. Como aldea o megalópolis, el neolítico mundo del presente es definitivamente urbano. Urbe -no hacía falta decirlo- viene de Ur, como de esa misma raíz procede el nombre de muchas otras ciudades del mundo, como Jaipur o Singapur en Asia, o Edimburg y Estrasburg en la europa germana, o como aquí al lado, en las ibéricas ciudades de Urueña o Burgos. Así, la palabra burguesía debería referirse, en rigor, a la población que habita una ciudad; lo que ha pasado con nuestra experiencia histórica, tras unos cuantos siglos de vivir en las ciudades, es que esa experiencia nos ha llevado a restringir el uso de esta palabra para referirnos excusivamente a una clase social, la que desde la primera modernidad medieval empezó a ordenar y dominar la vida en las ciudades...y así hasta hoy, cuyo uso es propio de aquellos habitantes que se sienten incómodos y excluídos de la ciudad, burgueses que dicen “burgués” como un insulto. Será por algo. Quizá porque la ciudad haya experimentado una evolución nada positiva.