jueves, 22 de mayo de 2014

DE LORA A LORA, BUSCANDO EL RIO LUCIO

CUADERNO DE CAMINERÍA / DE LORA A LORA, BUSCANDO EL RIO LUCIO


Renedo de la Inera con la lora de las Tuerces al fondo.


Habíamos estado una vez en Renedo de la Inera y  fue hace lo menos diez años. Entonces nos sorprendió no ver a nadie y esta vez volvió a ocurrirnos lo mismo. Algunas casas se ven arregladas y seguro que están en uso por el verano, también debe haber algún agricultor que trabaja y tiene casa abierta todo el año porque, aunque a nadie vimos, había un coche en una calle y se escuchaba el motor de un tractor  faenando no muy lejos. El caso es que a día de hoy, en el censo de Renedo de la Inera no hay inscrita ni un alma. Está a seis o siete kilómetros de Aguilar de Campoo, de los cuales dos son  camino de tierra, los que hay desde la carretera de Burgos hasta llegar al pueblo, un camino ancho y bien compactado. Pero no deja de ser extraño llegar  a un pueblo sin pisar asfalto.

Varias veces había pensado entrar a las Tuerces por aquí, porque Renedo de la Inera está situado justo en el borde norte de esta Lora, mirando a la otra gran lora cercana, la del Bernorio, en la que estuvimos hace una semana junto con más de cien personas, con ocasión del “geolodía”, una excursión geológica que anualmente nos sirve de pretexto para divulgar el patrimonio natural y cultural de este territorio a quienes desde Argeol (asociación para la reserva geológica de las Loras) promovemos el proyecto del Geoparque las Loras, una iniciativa que parte de la población local.
  

Participantes en el Geolodía, en la meseta de Monte Bernorio
Manu Merino explica los restos arquelógicos del yacimiento de Monte Bernorio

En el Bernorio estuvo situada una ciudad fortificada (oppidum), un gran centro de población que en la Edad del Hierro fue capital de los pueblos que por entonces habitaban este territorio. Las excavaciones arqueológicas han confirmado una ocupación humana que pudo comenzar tres mil años antes de la era cristiana y que no tuvo interrupción entre los siglos VIII y I a.C, momento en que el Bernorio fue sitiado y destruido por el ataque de un inmenso campamento romano situado en otra Lora cercana, la de Valdivia, en la que acamparon dos legiones romanas comandadas personalmente por el emperador  Octavio Augusto, a finales del siglo I. En las inmediaciones existen otros importantes yacimientos, situados en loras cercanas, como la mencionada de las Tuerces (Monte Cildá, Olleros de Pisuerga) Peña Amaya y La Ulaña. 

Ni desde lo alto del Bernorio, ni desde ninguna otra parte de esta zona del valle es visible  el modesto río Lucio, causante del  mismo, del valle de Valdelucio que media entre estas Loras. Yo conozco sus hermosos meandros que zizaguean entre praderas próximas a Villallano y también su desembocadura en el Camesa, un poco antes de que el agua de ambos ríos vayan a crecer las del Pisuerga. Incluso en el mismo pueblo de Renedo de la Inera no llegas a ver el río hasta que estás encima, en su orilla. Eso es debido a que desde unos kilómetros antes viene escondido, parapetado tras las peñas que ha horadado en el borde calizo de las Tuerces.

El Lucio, cerca de Villallano.
El caso es que, llegados al pueblo y no teniendo ningún plan previo, ni mapa que nos guiara, pensamos hacer un recorrido improvisado. Sólo teníamos claro que queríamos descubrir por dónde se esconde el río Lucio en estas deshabitadas latitudes, por otra parte  tan próximas a la carretera general que va de Aguilar a Burgos. Pero, antes que nada, nos entretuvimos un buen rato en torno a la pequeña iglesia románica de San Roque y la  necrópolis medieval  que la rodea, un notable conjunto de tumbas antropomorfas.

Es una iglesia de las llamadas “de concejo”, donde  los escasos vecinos de la población se reunían a debatir y decidir sobre el comunal que compartían. Ha sido restaurada recientemente, lo que se advierte en su pórtico y en los arreglados tejados de su única nave. Nos han dicho que el retablo también fue restaurado  por la Fundación Santa María la Real y que es digno de ver; pero eso será otro día, porque hoy está cerrada la iglesia y a saber  quién custodia la llave en un pueblo en el que no hemos visto ni siquiera un perro por la calle.

Ante las tumbas que ocupan el entorno de la iglesia recordé haber leído hace tiempo que allí fue exhumado un paisano medieval que portaba un cinturón con hebilla, posiblemente datada en el siglo VII, por lo que pudiera ser que ya por entonces, antes de la repoblación medieval y sus fueros, hubiera gente visigoda habitando este pueblo. Quizá, descendientes  de los cántabros que siglos atrás subieron al Bernorio y que allí resistieron el ataque de las legiones romanas.


Abside de la iglesia románica de Renedo de la Inera

Pórtico del concejo
Retablo restaurado. Foto de la Fundación Santa María la Real
Escalera labrada entre las tumbas de la necrópolis

Algunas tumbas de la necrópolis medieval.
Bordeamos el caserío en dirección al sur, hacia las Tuerces, tomando el único camino que vemos en esa dirección. Y en cuanto llegamos a la arboleda, vemos una pasarela que cruza el cauce del  río Lucio, que en ese punto se muestra sorprendentemente ancho, caudaloso y apacible.

El río Lucio desde la pasarela próxima a la población de Renedo de la Inera
Al otro lado de la pasarela seguimos el camino que nos acercará, pegados al río al principio, hasta la carretera que une las poblaciones de Villallano y Gama,  en un punto cercano a la entrada del recuenco kárstico del Valle de Recuevas, muy conocido por la gente escaladora de Palencia, Burgos y Valladolid. Un pinar nos da sombra en ese tramo del camino, en lo que alcanzamos la carretera y decidimos no pisar un sólo metro de asfalto, optando por tirar monte arriba, paralelos a la carretera, hacia lo que parecía un collado, todo él salpicado de amarillentas retamas. Llegados al alto, nos topamos con un camino que sigue la dirección que queríamos y lo tomamos hasta dar vista al caserío de Gama, situado al pie de los afilados crestones  calizos en cuya cima se alza lo que queda de su medieval  castillo.

Continuamos por dicho camino desde el que, mirando al norte y a lo hondo, imaginamos el curso del río Lucio corriendo por lo que, desde tan lejos, nos parece una larga hilera de chopos, al fondo del valle y al pie de las peñas.  Ya muy próximos  al caserío de Gama, abandonamos el camino agrícola que traíamos y bordeamos una tierra de cereales hasta dar con un camino que intuíamos existía allí abajo, aunque no lo vimos hasta que llegar a pisarlo. El camino llevaba la dirección que queríamos, hacia el río. Y para allá que nos fuimos.


El pueblo de Gama y su camuflado castillo en lo alto
El primer vallejo sembrado de cereal, bajando desde Gama al río Lucio
  Sin haber llegado al cauce, tuvimos la sensación de que la excursión se nos quedaba corta y que deberíamos volver a subir  para volver a coger altura, para ver el río desde arriba y explorar algo más de su escondida ribera; así que subimos a lo más alto, en dirección al oriente, gozando de la visión de aquellas peñas y de los vallejos que  por allí se abren buscando, como nosotros, el cauce del Lucio.


Llegando al Lucio, escondido éste entre árboles y peñas. Monte Bernorio y Rebolledo de la Inera al fondo.



Antes de bajar hasta el río tomamos como referencia un camino que veíamos enfrente, a partir de una brecha en la peña y que va hacia la vecina población de Rebolledo de la Inera. Y desde ese punto, bajamos al fondo del valle y nos asomamos a las aguas del Lucio, que no imáginábamos tan caudaloso y que nos pareció mucho más hermoso de lo que uno pudiera esperar de un río tan modesto. El río, pegado a las peñas en el fondo de un vallejo tan angosto, sólo deja una estrecha franja de cultivo, por la que el camino avanza camuflado,  bordeando los cereales que ahora verdean bien altos, hasta llegar de nuevo al mismo camino del principio, ya muy cerca de la pasarela en la que por primera vez vimos correr las aguas del río Lucio.

Cuando llegamos a casa y miré el mapa que nunca llevo en la mochila, pude ver que el topónimo correspondiente a estos vallejos es el de Los Linares y divagando sobre ello (para no perder la costumbre), tuve la intuición de que parte del  actual nombre del pueblo (“de la Inera”) puede deberse al linar que allí se plantaba antes de los cereales. (Renedo “de la Linera”, que pudo derivar en “de la Inera”). Y para completar esta intuición lingüística, comprobé que la otra parte del nombre, Renedo, podría venir de “rendo” (verbo rendar), sinónimo de “binar”, que significa “dar segunda reja a las tierras”; aunque también tiene mucha verosimilitud un posible origen en "ranedo", lugar donde hay ranas, como sucede en muchos sitios con esa misma denominación. Pero que conste que sólo es eso, una intuición,  que no tiene ningún fundamento académico.



Tramo final del río Lucio, entre Renedo de la Inera y su desembocadura en el Camesa










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