lunes, 24 de febrero de 2014

EL TRABAJO COMO DERECHO, EL DERECHO COMO ZANAHORIA

La maldad, que parece gobernar al mundo y guiar su evolución, no es capaz de ocultar la maravilla que es la vida, que incluye la belleza del trabajo creativo y los esfuerzos necesarios a la existencia humana. Esa maldad la ensombrece y afea, es verdad, pero no puede impedir el impulso de perfección que la alienta. Por eso que no tengamos otra opción que enderezar el rumbo, rebelarnos, trabajar para hacer del mundo el mejor lugar para esa maravilla que es la vida.


El derecho al trabajo es considerado como fundamental y así se reconoce en las principales normas internacionales sobre derechos humanos, como la “Declaración Universal de Derechos Humanos” o el “Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales” y otros cuantos, además de figurar en los textos constitucionales de la mayor parte de los estados.(1)
Existe general coincidencia en situar el origen histórico del derecho al trabajo en las nuevas relaciones de dominación  surgidas en la revolución industrial. En sus comienzos, los propietarios de las industrias consideraban que su poder no necesitaba de la intromisión de las leyes del Estado para regular el contrato de trabajo, un contrato privado que sólo concernía a las partes.  

miércoles, 19 de febrero de 2014

¿QUÉ AUTODETERMINACIÓN, QUÉ INSURRECCIÓN?



“Nada de lo que se presenta está, ni de lejos, a la altura de la situación. Incluso en su silencio, la propia poblacion parece infinitamente más adulta que todos los títeres que se pelean por gobernarla”. (De “La insurrección que viene”. Comite Invisible- La fabrique editions. Paris. Marzo 2007)


Cuando hablamos con pasión de la tierra en la que vivimos,  a veces nos ocurre que tenemos que soportar la descalificación de tal sentimiento, tildado  como nacionalismo de aldea, una especie de burla hacia este vínculo de pertenencia e identidad que para algunos de nosotros - muy pocos, es verdad-, tiene una entidad política, además de emocional.  Pero la expresión “nacionalismo de aldea” es errónea a todas luces, porque siendo la nación una invención del Estado, cuando decimos “nacionalismo” estamos hablando de una ideología que hace referencia a una comunidad ficticia,  a la nación, mientras que la aldea es, no, mejor, fue durante siglos una comunidad real, de vecinos reales que convivían realmente, compartiendo cosas reales: un territorio, unos recursos naturales, un conocimiento y unas costumbres, una cultura común surgida de una experiencia histórica común, originada en la común relación con el territorio y en la producción de bienes comunes, en convivencia y en proximidad.

No dudo que quienes vivimos en la Montaña Palentina tengamos algunas cosas en común con gente que vive en la Alpujarra granadina, por poner un ejemplo. Pero sólo unas pocas más que las que podemos tener en común con otra gente que viva en Manhattan, por poner otro ejemplo…quizá el uso de un mismo idioma para comunicarnos, quizá algunos principios éticos y morales que, por otra parte, suelen ser universales, pero poco más. Pero, sobre todo, lo que sí tenemos en común con todos ellos, es que todos nosotros vivimos bajo la imposición de un Estado que determina nuestras vidas, tanto en la Montaña Palentina como en la Alpujarra granadina o en Manhattan.

sábado, 15 de febrero de 2014

2 RUTAS CIRCULARES POR SALINAS DE PISUERGA

1. Por los portillos de la Bubilla y Cocubillos (antíguo camino de Mudá a Salinas de Pisuerga). 2. Por las Vías Verdes de la Chocolatera  y la Pisuerga



Antón Dké
cuadernos de caminería

He recorrido estos parajes muchas veces porque los tengo muy cerca de casa. Y, aún así, me sigue emocionando pisar el viejo camino por el que durante décadas, puede que siglos, transitaron las gentes de Mudá y Salinas. Desde el alto de Cocubillos, en la divisoria de vertientes  (Mudá al norte, Salinas al sur), el camino está casi perdido, pero aún es posible seguir su traza primitiva, que aún conserva el ancho que permitió en su día pasar por allí con un carro. Las arroyadas lo han deteriorado bastante y la vegetación lo ha invadido en algunas partes. Los corzos frecuentan este bosque y es fácil cruzarse con ellos. Aún podemos reconocer el desgaste que las ruedas produjeron en algunos tramos de roca viva, en medio del robledal por el que transcurre entre ambas poblaciones. 

Recuerdo muy bien que tuve noticia de este camino por un vecino de Mudá, que recordaba emocionado haberlo recorrido muchas veces con su padre cuando era niño, por lo que calculo que hasta entrados los años setenta del siglo pasado debió de estar en pleno uso. Casi siempre lo he recorrido partiendo de Mudá, pero aquí lo describiré saliendo desde Salinas de Pisuerga, cosa recomendable para quien quiera hacer el recorrido circular completo, cuyos hitos principales son los dos collados por los que cruzaremos la divisoria entre los valles de Pisuerga y Mudá: el de Cocubillas, cerca de Mudá y el de la peña de la Bubilla, muy cerca de la hermosa aldea de Monasterio.


jueves, 6 de febrero de 2014

CONTRA LA MORAL Y LA DEMOCRACIA RELATIVAS


¿Cómo que todo es relativo?, ¿es que ya no es distinguible el bien del mal?, ¿es que no es perverso el pluralismo “democrático” que incluye y ampara al mal?

Quien maltrata a otro ser humano sabe que hace mal, igual que lo sabe quien lo sufre. Quien maltrata tiene una responsabilidad ética y moral indiscutible, que no pueden ser justificada por razón de alienación o sumisión del maltratado, ni siquiera por su consentimiento. Y también sabemos que quien se opone y responde al maltrato merece un juicio bien distinto, porque está defendiendo el valor universal de la dignidad  humana, aunque a él le parezca que sólo se defiende a sí mismo. Eso no es relativo, está bien y es lo justo.

Maltrata quien domina a otro ser humano, sea cual sea la sinrazón de su jerarquía: género, raza, clase, nacionalidad,… Una persona vinculada a otra u otras por un trabajo asalariado, padece una situación de dependencia vital, que afecta a la totalidad de su existencia, al completo de su dignidad como persona. Este vínculo de dependencia, aunque sea voluntario, aunque tenga la apariencia de un contrato, nunca lo es entre iguales, siempre establece el dominio de una parte sobre la otra, por lo que el trabajo asalariado es un mal en sí mismo, un maltrato incompatible con la dignidad atribuible a la existencia humana, una dignidad que no admite fragmentación ni grados, porque nos hace iguales por muy diferentes que seamos como individuos.