sábado, 20 de julio de 2013

RENTA BÁSICA, UNA PROPUESTA IDÓNEA PARA LA SUMISIÓN DEFINITIVA


La imagen que encabeza este artículo es un autoretrato exacto de  la propuesta de Renta Básica: la adoración del Estado  como bestia sagrada y protectora, la que amamanta a  una ciudadanía perfecta, perfectamente sumisa.

Lejos de cuestionar los fundamentos del poder  en el sistema estatal-capitalista, las organizaciones que forman parte  del amplio espectro de grupos y partidos que conocemos como “izquierda”, han incorporado la propuesta de renta básica (RB) de modo generalizado y entusiasta. Siendo una propuesta típicamente socialdemócrata, incluso grupos autodenominados anticapitalistas vienen sumándose a la reivindicación por la RB, a la que consideran como  el no va más del  programa político “ciudadanista” y máxima expresión  del Estado de Derecho. 


Veamos qué es la RB para esta izquierda, según la definición que hace Baladre, coordinadora de colectivos ibéricos y sudamericanos, que en la constelación progresista representa una posición presuntamente “más crítica y anticapitalista” y que, en sus propias palabras, usan la RB “como herramienta que unifica la diversidad de reivindicaciones de los colectivos y grupos que luchamos por la transformación social (vivienda digna, transporte gratis, reparto de todos los trabajos, no a la represión y la cárcel,...)” :

“En su definición general, la Renta Básica (RB) es el derecho que tiene cada ciudadano a recibir unos ingresos periódicos, que aseguren la cobertura de sus necesidades materiales independientemente de cual sea su situación dentro de la esfera productiva. Se justifica por el mero hecho de nacer el que cada una de las personas tenga reconocido el derecho ciudadano a la RB. Antes de pasar por el mercado de trabajo en busca de empleo asalariado, el ciudadano habría de disponer de una renta de existencia que le permita decidir sobre su vida, por que caminos y conque medios ha de buscar unos ingresos por su actividad, el salario correspondiente a la venta de la fuerza de trabajo. Esta es la cuestión de fondo. Que las personas que deseen ejercitar el derecho al trabajo asalariado puedan practicarlo, pero, para ello, se ha de eliminar todo elemento que introduzca exigencia, obligatoriedad, es decir, que suponga una imposición. Y la condición para conseguir esta situación de poder decidir como persona consiste en el reconocimiento del derecho ciudadano a la renta básica, hecho por el cual se reduce tal dependencia, tal obligación, tal imposición de la patronal. Además se impide que la cobertura de dos contingencias tan seguras, como son el quedarse sin trabajo (subsidio de paro) y el llegar a viejo (pensiones), no dependan del paso por el mercado asalariado, no dependan del poder del empresario. Hay que conseguir una situación en la que el ciudadano alcance y disponga de una nueva dimensión de la responsabilidad individual, entendida desde la libertad y no desde la cruda necesidad, condicionada por los intereses de la dictadura de la burguesía”.

En primer lugar, la propuesta de RB supone la aceptación implícita: a) del sistema productivo capitalista, que tiene por fundamento la apropiación privada del procomún y el trabajo esclavo o asalariado y b) de la tutela del Estado, reconocido como máximo poder, protector y garante de la igualdad de derechos en una sociedad básicamente desigual. La contradicción no puede ser mayor. Para cualquier ejercicio de pensamiento libre supone la evidencia perversa de una propuesta que representa, como ninguna otra, el tipo de falsas utopías liberadoras que ayudan a mantener a las masas en permanente estado de ilusión opositora, que sirven perfectamentamente a la consolidación y perpetuación del sistema dominante, taponando la alternativa revolucionaria y retrasando, una vez más, la larga marcha de la humanidad hacia la emancipación.

La RB es una propuesta que perfectamente podría ser asumida desde el poder global que las élites mundiales están construyendo a partir de la actual crisis. Es más, estoy persuadido de que la RB figura en su programa de futuro, sólo que en tercer lugar, sólo en el caso de que fallasen las dos herramientas tradicionalmente empleadas con éxito en las anteriores crisis capitalistas: la emigración y la guerra.  Las élites que han venido gobernando el mundo desde los estados nacionales, preparan su próxima revolución, que apunta a una federación mundial de Estados, hacia un Estado global que tiene como vanguardia al modelo chino de estado “comunista”, el fascismo perfecto, el Estado y el Capital en su máxima expresión y apoteosis.

La revolución capitalista actual es biopolítica, viene determinada por la necesidad del sistema de convertir en mercancía los bienes inmateriales, una industria de la vida misma, una revolución productiva superadora del industrialismo, ahora agotado por el uso excesivo de recursos naturales y tecnología, que resultan incompatibles con la oferta de  empleo masivo. El mantenimiento del poder por las élites necesita, como nunca, de ese instrumento de control de la población que es el Estado, junto con los mecanismos que permitan la continuidad del proceso de acumulación capitalista y la tasa de beneficio asociada. Una vez más conviene insistir: sin Estado, el sistema capitalista queda desarmado, nunca mejor dicho. Sin Estado, ¿que quedaría de los instrumentos de control (las leyes, parlamentos y ministerios que gestionan el orden impuesto, con la garantía última de la violencia en manos del ejército y la policía?

La inédita situación actual, de crisis globalizada, abre la posibilidad de “soluciones capitalistas” innovadoras, entre las que no es descartable la RB.  Pero es muy probable que antes de llegar a ello, el poder recurra al manejo del factor “población” por los métodos tradicionales ya indicados, orientados a la eliminación de "población sobrante”. Frente a ésto, la izquierda  deambula confusa, predicando  su utopía reformista, el esperpento de su gastada y fracasada ideología desarrollista-estatalista, que ahonda el foso de su propia tumba, a mejor gloria de la próxima revolución capitalista. 

Sólo un cambio radical de conciencia puede llevarnos a un diagnóstico apropiado sobre la nueva realidad histórica y, por tanto, a un pensamiento estratégico realmente emancipador y revolucionario. Yo mismo provengo de esa izquierda, por eso sé que es posible, por eso mantengo la esperanza contra toda tendencia y contra toda evidencia estadística. 

La revolución integral depende de ese cambio de conciencia; seguirá siendo tan necesaria como imposible mientras no seamos capaces de repensar la esencialidad -individual y social- del ser humano. Las religiones políticas lo están impidiendo con su persistente resistencia a la revolución, con su habitual adoctrinamiento de las masas populares mediante catecismos fundados en erróneos mandamientos, como el de la Renta Básica.

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