Cabecera de la manifestación en la huelga general del 14N
Presentismo es la
creencia de que únicamente existe el presente y que tanto el futuro como el
pasado son irreales.
Presentismo cultural
La filosofía budista es presentista: “todo pasado es irreal,
todo futuro es irreal; todo aquello que se imagine, o que esté alejado o esté
en la mente, es irreal. Solamente es real el momento presente, físico y
efectivo, es decir, la causalidad”.
Existe un presentismo
en el arte y según afirma su manifiesto, el presentismo es la estética que
refleja la imposibilidad del individuo contemporáneo para sostener su atención
en una sola cosa por el tiempo suficiente que le permita pasar del
entendimiento capilar. Su icono podría ser “un turista que compra un viaje por
treinta y dos ciudades europeas en una semana, que llega corriendo al Coliseo,
a la puerta de Alcalá y al museo del Louvre, para tomar una fotografía y volver
corriendo al autobús; tendrá treinta y dos fotografías nuevas en su álbum y el
recuerdo de un lindo restaurante en el aeropuerto, donde probó las mejores
enchiladas suizas de su vida, …¿o fue una hamburguesa?”
En el mismo terreno laboral, es tan histórica como recurrente la
práctica del presentismo que hacen las administraciones del Estado, al aplicar a los funcionarios
unos sistemas de control de presencia en el puesto de trabajo, no con la
intención de mejorar su productividad, sino para dar la “sensación de control”.
Presentismo político
De vez en cuando, me
gusta leer a los liberales porque, aún sin conciencia, tienen un puntito de
libertarios, que les permite representar la conciencia flácida, antiestatista y ortodoxa
del capitalismo vigente, neoliberal e intervencionista. Uno de ellos, C. R. Braun, doctor en Ciencias
Económicas y catedrático de Historia del Pensamiento Económico, refiriéndose a la reciente huelga general, decía que el profuso antiliberalismo que
caracteriza la argumentación en favor de la huelga no debería impedir el
reconocimiento de dos méritos que siempre han atesorado los intervencionistas
de derechas e izquierdas, como son el brillo de su demagogia y la belleza de
sus consignas; y ponía como ejemplo el eslogan de la pancarta que presidía la
manifestación el día de la huelga: NOS DEJAN SIN FUTURO…y seguía diciendo: “…Sostienen
que las prestaciones sociales y los derechos laborales hace cien años no existían y fueron conquistados a base de huelgas muy
duras. Es falso, el crecimiento del Estado no fue ninguna conquista social sino al revés, fue el
Estado quien conquistó la sociedad extendiéndose en todas partes con excusas
benévolas y redistributivas, haya habido huelgas o no”. Yo tengo la impresión
de que el papelón histórico desempeñado por la socialdemocracia, tanto en su
versión política como sindical, parecen confirmar su argumentación
ultraliberal.
Por otra parte, T.J.
Clark, prestigioso intelectual inglés, historiador del arte y escritor
autoconsiderado situacionista, provocó en su día una sonada polémica con su ensayo
“Para una izquierda sin futuro”, en el que exponía los retos necesarios, a su
entender, para una nueva oposición radical, siendo su punto de partida la
incapacidad de la izquierda actual para aportar una alternativa programática al
orden dominante en Occidente, a pesar de que dicho orden esté sufriendo una
profunda crisis. Según él, el «sin
futuro» estaría ya establecido como el orden postmoderno del momento, un ahora
inmutable y una política “presentista”, reducida a la repetición acrítica del
eslogan utilizado por Barack Obama en la campaña de las primarias del 2008: “Yes, we can” (“sí, se puede”).
Susan Watkins, editora
de la revista inglesa NewLeft (Nueva Izquierda), critica a TJ Clark por su filia nietzscheana, afirmando que “en su insistencia acerca del presente inmutable (no
habrá futuro sin guerra, sin pobreza,…porque no habrá futuro), casi se puede
oír a Zaratustra: la existencia tal cual -sin significado ni objetivo- no es sino
una vuelta inevitable a la nada sin final, un eterno
retorno”.
Susan Watkins aprecia contradicción cuando el mismo TJ
Clark cita la evocación del concepto dinámico del tiempo que hiciera Walter Benjamin: “la existencia de la sociedad sin clases no puede pensarse al
mismo tiempo que se piensa en la lucha por dicha existencia…la política está obligada
a predecir el presente”. Una sentencia contraria
a la lógica del eterno retorno.
Vuelvo a “Para una Izquierda sin futuro” de T.J. Clark, que
entiende por izquierda una oposición de raíz al capitalismo y que sostiene que
semejante oposición no tiene nada que ganar de una serie de presuntuosas y
fantásticas predicciones sobre un capitalismo que llega a su fin, que “las
raíces son las cosas del presente, que cuanto más profundo es el trabajo preliminar
de un movimiento político, más se concentra en el aquí y el ahora. …Mi
impresión es que la política de la izquierda se encuentra inmovilizada al nivel
de la teoría -y por consiguiente de la práctica-, por la idea de que debería emplear
su tiempo hurgando en las entrañas del presente a la búsqueda de señales de
catástrofe y salvación. Sin embargo, es preferible una infinita ironía ante el día después y el postdespués, … una
política fundamentada, una vez más, en la espera de alguna multitud de
terracota dispuesta a salir rauda de la tumba del emperador”.
Sin ser marxista
(como tampoco budista, ni artista, ni turista, ni consultor de recursos
humanos, ni responsable de
administración estatal alguna), estoy de acuerdo con el judío W. Benjamín en su
concepción dinámica del tiempo. Y, por tanto, creo que en el presente no
deberíamos olvidar ni las experiencias del pasado ni el proyecto de un futuro
mejor. De lo que se trata es de anticiparlo, bien conscientes de los errores
del pasado. Así, pues, en vez del lastimero y presentista “nos dejan sin futuro”,
propongo un eslogan alternativo: HOY NOS
TOCA CONSTRUIR EL FUTURO
2 comentarios:
No es un eslogan alternativo, sino el que deberíamos adoptar: HOY NOS TOCA CONSTRUIR EL FUTURO. ¡Me gusta!. Para ello se necesita coraje, implica tomar partido. ¡¡Somos mas fuertes como equipo que como individuos!!
Interesante punto de vista. Pero frente al muro de la verguenza del "presentismo" contemporáneo, ya se postularon corrientes artísticas a principios del s. XX, como el futurismo, el subrealismo o el dadaísmo, mientras que las ideologías políticas apenas evolucionaron.
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