sábado, 8 de septiembre de 2012

LA ENCRUCIJADA DE LAS IZQUIERDAS: EL PROYECTO DEMOCRÁTICO

John Holloway, Guillermo Almeyra y Takis Fotopoulos 

El  convencional concepto de “izquierda”.
Originalmente, el término izquierda surge en la Monarquía Francesa, en alusión a la posición que ocupaban en el parlamento las dos tendencias representadas en el mismo: a la derecha, terratenientes, nobles y seguidores jacobinos; a la izquierda, burgueses, artesanos e intelectuales; el sector más bajo de la sociedad,  identificado con la denominación genérica de “descamisados”, estaba compuesto por la mayor parte de la población, formada por campesinos y obreros, que carecían de representación en el parlamento.
En la actualidad, la izquierda es considerada el segmento del espectro político “progresista”, con tendencia a la igualdad social por medio de la defensa de los derechos sociales, frente a los intereses netamente individuales (privados) y a una visión tradicional o conservadora de la sociedad, representada por la derecha. En general, en los países occidentales en los que sus sistemas políticos son democracias liberales, tanto la izquierda como la derecha no son sino versiones del “liberalismo democrático”, en la medida que no propugnan un sistema político alternativo. A día de hoy, las cosas no han debido de cambiar mucho, cuando los actuales descamisados continúan sin sentirse representados.

El fragmentado espectro actual de las izquierdas.
Perdura una idea de fracaso que todavía sigue lastrando la vida de las izquierdas, tras la constatación de la derrota de las dos diferentes vías, ambas estatistas, intentadas para la toma del poder político; me refiero al fracaso socialdemócrata, sentenciado tras el consenso neoliberal y el consecuente y progresivo desmantelamiento del “estado de bienestar” socialdemócrata, y me refiero al derrumbamiento de la revolución soviética, derivada en un regimen totalitario y corrupto. Durante décadas, la única izquierda no estatista reconocible pero prácticamente inexistente, fue el anarquismo, fragmentado en múltiples corrientes minoritarias, resumidas en anarquismo individualista y anarcosindicalismo, ambas invisibles e inoperantes, sumidas en el sopor de una eterna discusión acerca de los males de la organización política.
Al tiempo, han ido surgiendo los llamados nuevos movimientos sociales –ecologismo, feminismo, identitarios nacionalistas e indigenistas, antiglobalización, los levantamientos populares del mundo árabe, el 15M español, el movimiento Occupy  de EEUU…, cuyo denominador común es el rechazo a la tradicional forma de hacer política a través de los partidos, de las vanguardias.  En el interior de estos movimientos existe una potente corriente anticapitalista, en confrontación permanente con una todavía mayoritaria corriente reformista.

 ¿Cambiar el mundo sin tomar el poder?, ¿agrietar el capitalismo?
Estas son las dos propuestas complementarias provocativamente lanzadas por John Holloway (1) en sendos libros (2002 y 2.011) y que han suscitado la polémica, avivando el debate sobre la estrategia política en el seno de las izquierdas.
Enfrente ha encontrado una profusa crítica, fundamentalmente desde sectores intelectuales adscritos al marxismo en sus diferentes corrientes. Quizá el más significativo sea el también sociólogo y economista Guillermo Almeyra, que ha calificado las propuestas de Holloway como “libertarias y ahistóricas”. Para Almeyra, renunciar a la toma del poder -del Estado- es un error mayúsculo. En uno de sus escritos al respecto éste afirma: “Cambiar el mundo sin tomar el poder se basaba en la desesperación, en el sentimiento de impotencia provocado por lo que Holloway y tantos otros creían fracasos del socialismo (cuando eran, por el contrario, los de su negación) y tomaba también al amor como fuerza que, según él, puede cambiar el mundo, a contrapelo de todo lo que enseña la historia. Este nuevo libro (“Agrietar el capitalismo”), en cambio, se basa en la esperanza vana de que las grietas del sistema se multipliquen tanto que provoquen su muerte.
Esas “grietas” son muy variadas y pueden consistir simplemente en que una joven japonesa falte al trabajo para ir a leer a un parque bajo los cerezos en flor. O sea, no presuponen de ningún modo la rebelión, el proyecto ni la organización de la protesta, pues ésta, para John, es puramente individual o, si colectiva, es puramente aislada, casual”. En otro pasaje del mismo escrito viene a concluir: “ En Cambiar el mundo… Holloway condenaba a sus lectores a la pasividad política y a la mera rebelión moral individual, en Agrietar el capitalismo refuerza aún más los lazos de su pensamiento con el anarquismo y con Tolstoi”.

La síntesis: el proyecto democrático.
Como síntesis de las dos posturas, aparentemente irreconciliables, el griego Takis Fotopoulos ha elaborado su propuesta de democracia inclusiva. A favor de la tesis de Almeyra, en el paradigma de T.F. el poder no se puede ignorar, de lo que se trata es de distribuirlo igualitariamente, sin exclusión y en todos los ámbitos de lo público: social, ecológico, político y económico. A favor de la tesis de Holloway, sí hay que agrietar el capitalismo, pero  creando un “estado” paralelo, un contrapoder municipal que prefigure la democracia deseada y siempre perfectible, recordando a los marxistas que tanto Marx, como también Lenin, teorizaron el carácter peculiar de un Estado de transición, administrador de las cosas, que empezaría a desaparecer  desde el primer momento de su existencia, “dejando paso a la federación de libres comunas asociadas”.
Así pues, la estrategia emergente, la que supera las contradicciones de las izquierdas en la actual encrucijada histórica, pasa por reconceptualizar la democracia, por asumir de una vez  que la democracia es un proyecto histórico y universal de la izquierda, que está secuestrado por la derecha y que es un proyecto cuyo triunfo sólo es posible a escala universal, por lo que es necesario trabajar por el mismo mediante la confluencia de las izquierdas en un movimiento global, al que algunos hemos dado en llamar “Demokratio Projekto” utilizando el idioma neutro y universal del esperanto.


(1) Ver artículo sobre John Holloway que publiqué en este blog hace unas semanas. 

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